lunes, 26 de octubre de 2015

Citius altius fortius

La expresión del título, más rápido más alto y más fuerte, procedente del olimpismo, bien podríamos aplicarla en este caso a la música sinfónica, en concreto a la desplegada ayer en el auditorio principal del Palacio Euskalduna de Bilbao por la Film Symphony Orchestra.

Entre los muchos méritos que atesora este voluntarioso proyecto, pionero en España, está el de unir en las butacas a un heteregéneo grupo de personas de todas las edades con la común afición de la música de o para las películas. El carácter evocador de las bandas sonoras las dota de una capacidad enorme para tocar nuestra fibra sensible o,sencillamente, ser nuestro particular DeLorean y viajar en el tiempo. Cada cual al suyo, más o menos cercano.

Vaya por delante mi admiración personal y profesional por el líder de la FSO. Para los cinéfilos melómanos, es lo mejor que nos ha dado Valencia desde la paella.Lo que ha hecho Constantino Martínez-Orts, y que piensa seguir haciendo, solo puede ser fruto de eso que tanto nos hablan precisamente en las películas: follow your dream. Me apostaría varias cenas a que muchas voces le habrán repetido machacónamente "eso es muy costoso","no lo tengo claro","no interesa" o cualquier otra frase típica de agoreros. Se equivocaron. Otra vez. Él cree en el proyecto y, seguro que a base de sangre, sudor y lágrimas, lo ha sacado adelante. La mejor prueba de ello es la inclusión en la mayoría de los programas de las distintas orquestas subvencionadas a lo largo y ancho del país de uno o varios conciertos de bandas sonoras.

Muchas de las caras de ayer en el Euskalduna repetían. La orquesta empieza a tener una comunidad de seguidores bastante amplia y la cita era como el encuentro anual con unos amigos. De hecho, yo fui con las mismas personas en casi la misma localidad que en 2014. El concepto revivir.

Llegas al palacio y no podían faltar en el hall los amiguetes disfrazados de personajes de Star Wars, stormtroopers o jedis, posando con el que quisiera para una foto. Espero que nunca pierdan el componente friki. Forma parte de su ADN, para bien. Ahora, el business es el business y como novedad, este año y como ocurre en las grandes giras, también había stand de merchandising en el que adquirir bolígrafos, gorras y camisetas o, siendo una orquesta, cd's con el repertorio de 2014.

A las 19.30 en punto, los miembros de la orquesta comenzaron a ocupar sus lugares en el escenario. Afinación, y todo listo.

Si el año pasado Constantino vestía indumentaria  a lo Keanu Reeves de Neo, en esta ocasión y a pesar de estar Matrix en el repertorio, el director de la FSO se presentó en Bilbao con el uniforme clásico. Batuta en mano, sube al podium y suena la fanfarria de Jerry Goldsmith para el logo de la Universal. Un primer instante en el que ya se apreciaba la potencia de las trompas y la percusión. Sin interrupción, el tema de Misión Imposible de Lalo Schifrin, su pieza más conocida y que ha tenido múltiples versiones en la saga protagonizada por Tom Cruise,cuya quinta entrega ha llenado los cines este pasado verano. 

Ocupa las primeras posiciones en casi todos los rankings de mejores películas de la Historia. La música de Bernard Herrmann para Ciudadano Kane sonó con brío, con la potencia que requerían los pasajes más pomposos y la mesura necesaria en otras fases. Excelente elección.

Tres cineastas tuvieron el honor de tener dos películas de su filmografía en el programa. El primero de ellos fue David Lean (Spielberg y Richard Donner los otros dos). Si el año pasado uno de los platos fuertes fue la soberbia interpretación de Lawrence de Arabia, este año han sido Doctor Zhivago y El puente sobre el río Kwai. La primera de ellas, intensa, ampulosa y al mismo tiempo bellísima. La suite elegida recogía buena parte de los muchos temas del score (el de Lara,las marchas rusas o el famoso vals del anuncio de loteria), con el acompañamiento de una acordeón que redondeaba aún más si cabe una, a mi juicio, extraordinaria interpretación. Solo faltaba la balalaica.

FSO en el Euskalduna. Foto: Facebook FSO
Tras la divertida marcha del Coronel Bogey, tocaba viajar a una granja en Africa. Si hay algo que distingue a la Film Symphony Orchestra es que sacan el sonido, el equilibrio entre instrumentos al que estamos acostumbrados al escuchar las piezas originales. Y aquí no hay mesa de mezclas ni micrófonos estratégicamente colocados. Jarre suena a Jarre y John Barry suena a John Barry. Solo noté una diferencia en el ritmo. La versión de ayer me recordaba a la grabación posterior del compositor en su recopilatorio Moviola que a la del score, mucho más lenta y en línea con los trabajos de su última época. Espectacular y emocionante.

Es innegable que Matrix de Don Davis es una música difícil de escuchar en ese contexto, fuera de la película,y justo después de Memorias de África. Reconozco que nunca he sido capaz de oír el cd entero. A pesar de ello, me alegro de su inclusión para romper el repertorio con sus melodías disonantes. Una cosa tengo clara, si algún músico falló alguna nota no creo que nadie se diera cuenta.

Uno de los compositores más demandados y relevo generacional de los clásicos todavía en activo (Williams o Morricone), Alexandre Desplat, no podía faltar. Su score para The Imitation Game estuvo nominada al Oscar este año (aunque ganó por Gran Hotel Budapest). Bebe un poco de lo que James Horner hizo en Una mente maravillosa (en ambos casos hombres inteligentes, cálculo mental y vidas atormentadas) y con su oficio lo transforma en un magnífico trabajo que sonó preciso y precioso. 

Se echaba mucho de menos a Jerry Goldsmith el año pasado. En el FSO Tour le hemos tenido por partida doble, la fanfarria inicial y el espectacular, pegadizo y efectivo tema para Star Trek. De todas sus aportaciones, la creada para Primer Contacto es la mejor, precisamente la elegida. Uno de los instantes en los que ese escalofrío te recorre la espina dorsal. Salvo algún pequeño desliz en el metal, el equilibrio, sonoridad y fuerza del tema llenaron todos los rincones del Euskalduna.

Martínez-Orts supo pisar el acelerador para que Independence Day fuese un digno final de la primera parte a pesar de que hubiese elegido muchas otras antes de este trabajo de David Arnold, que lo mismo quiere ser Williams que Elgar. Y ni lo uno ni lo otro.

Constantino Martínez-Orts in action Foto:FSO
Los violines inconfundibles del espectacular arranque de Horizontes de Grandeza nos devolvieron en veinte segundos al concierto. Con la diligencia ya en su destino era el momento del lucimiento del concertino Manuel Serrano en el exigente, bello y atinado tema Camino de grava de James Newton Howard para El Bosque. Muy bien acompañado por el pianista Bautista Cármena, Serrano cumplió y clavó la melodía pero, ocasionalmente, quedó tapado por la orquesta.

Otro de los divertimentos de la noche fue el tema con el que arranca Los Goonies, película que cumple 30 años en 2015 y que marcó la juventud de servidor y de alguno que otro más. La versión escuchada nunca la había oído. Las sonrisas cómplices se veían por todo el auditorio.

No pude reprimir las lágrimas al escuchar las primeras notas al piano de Los Ludlow, perteneciente a la banda sonora de Leyendas de Pasión. No tanto por su extraordinaria interpretación sino por venirme a la cabeza que Horner ya no está. Los aplausos a este tema fueron largos y merecidos.

Son entendibles las concesiones al cine más actual por lo que era lógico que Los Vengadores se incluyese en el repertorio. Un tema corto, pegadizo y con el sello de Alan Silvestri, al que la FSO tiene cogido el tranquillo.

Otra de las bandas sonoras nominadas este año fue la magnífica La teoría del todo de Johan Johansson, construida alrededor de un soberbio tema central.

El broche final lo ocuparon el tándem Spielberg-Williams. Las trompas sudaron tinta china con la suite de Parque Jurásico y más todavía con la versión abreviada del Adventures On Earth de E.T. No podía evitar imaginar la película al escucharla.De nuevo la piel de gallina y las palpitaciones. Se da la circunstancia que este tema estaba en el repertorio de la gira de 2012 pero no se tocó en San Sebastián. Tampoco en 2014. Por fin, ahora sí. Qué gozada, qué colofón. 

El público, puesto en pie en su mayoría, quería más. Y lo tuvo. Lo tuvimos. Cuatro bises que aquí no voy a desvelar para mantener un pequeño margen de sorpresa para los futuros conciertos, aunque te los puedes imaginar.

El listón está muy alto, pero creo que es hora de que la FSO se supere a sí misma con un repertorio que resulte comercial pero que abarque títulos menos conocidos pero tan buenos o mejores. El cielo es el límite y la Film Symphony Orchestra nos acerca a él.Gracias por existir y hasta la próxima.
  



   


  

miércoles, 8 de julio de 2015

Han Solo protagonizará la segunda película de la serie Anthology

Pocos o nadie creyeron el motivo oficial por el que Josh Trank no acudió a la Star Wars Celebration del pasado mes de abril en Anaheim (California). Algo pasaba, y no precisamente bueno. No pasaron muchos días y los rumores se confirmaron, el director del reboot de Los cuatro fantásticos (de inminente estreno), abandonaba la segunda película de la saga Anthology (títulos con entidad propia ambientados en el universo Star Wars pero fuera de línea argumental clásica).Al parecer, cierta conducta errática al trabajar bajo la presión de un blockbuster asustó a los ejecutivos, que decidieron cortar por lo sano antes de que la cosa fuera a mayores. Hasta ahora se desconocía quién o de qué iba esta película aunque, desde que se anunciaron por primera vez, Han Solo estaba en todas las quinielas, como ya comentamos en esta entrada anterior de noviembre de 2014.

Disney y Lucasfilm confirmaron ayer lo que muchos queríamos oír. Oh, yeah!. Uno de los personajes favoritos del gran público, el más cool, el contrabandista reconvertido en héroe, tendrá su propia película.Si bien es cierto que da la impresión que, de nuevo, han tenido que hacer público algo antes de lo previsto. Es muy extraño que a escasos días de la Comic Con de San Diego, en la que Star Wars será protagonista este mismo viernes del panel más esperado, suelten esta perla informativa.

Lo importante es que en 2018 llegará a las pantallas el origen de Solo, cómo se desenvolvía con personajes de toda calaña, ¿por qué se convirtió en contrabandista?,¿aparecerá Boba Fett?, ¿sabremos cuándo conoció a Chewbacca?,¿veremos la partida en la que gana a Lando el Halcón Milenario?,¿y qué hay de la deuda con Jabba?. Todas estas respuestas dan para más de una película por lo que no es descartable una trilogía. Eso sí, puesto que hablamos de una versión joven de Solo, Harrison Ford queda fuera. Aunque quizás una primera secuencia le muestre contando en modo flashback a Leia o a sus nietos aventurillas del pasado. Veremos.

 

Chris Miller y Phil Lord
En el comunicado, se anunciaba que la pareja detrás de Lego:La película, Christopher Miller y Phil Lord, serán los directores mientras que, en el más puro estilo Star Wars, un padre y un hijo escribirán conjuntamente el guión. Lawrence Kasdan prosigue (doy saltos de alegría por ello) su vinculación con esa galaxia muy, muy lejana tras escribir los guiones de El imperio cotraataca, El retorno del Jedi y El despertar de La Fuerza. Ahora, quizás para incorporar una visión más fresca y actual, ha incorporado a su hijo Jon al equipo.

A la espera de lo que el propio Lawrence Kasdan, Kathleen Kennedy y J.J. Abrams digan en San Diego (no se espera un nuevo trailer ni secuencias), nos quedamos con que Miller y Lord afirman que van a "tomar riesgos". 


martes, 23 de junio de 2015

James Horner: La cuarta "J"

Nunca sabes hasta qué punto te puede afectar algo hasta que ese algo ocurre. Y ha ocurrido. James Horner ha muerto. La avioneta que pilotaba se ha empotrado llevándoselo a otro lugar no terrenal a los 61 años. 

Nunca llegué a conocer a James Horner personalmente. Eso dificulta mucho llegar a encontrar lógica la sensación de desgarro, dolor,pérdida y pena que me ha sacudido esta mañana cuando me he enterado de su fallecimiento. Mi relación, y la de millones de personas, con él era únicamente a través de su música.

James Horner (1953-2015)
Era la cuarta J de mi baraja. John Williams, John Barry y Jerry Goldsmith las otras tres.Aunque suene cursi, Horner ha sido la J de corazones. Pocas cosas en mis 44 años de vida han logrado estremecerme tanto fuera del ámbito familiar o estrictamente humano como algunas de las melodías, piezas u obras completas compuestas por él para el cine.

Probablemente, mi primer contacto con su música en una sala oscura fue con 12 años, en 1983, con Star Trek 2: La ira de Kahn la película que le abrió las puertas a otros proyectos de envergadura como Krull, de temática similar, al año siguiente. Ese era el Horner épico, al que recurrían cuando los presupuestos no llegaban para Jerry o John en la década de los 80. El tema principal de Cocoon me llegó mucho más tarde, en una colección de vinilos, Cine & Música y con textos de Joan Padrol. Para entonces, ya me había incomodado y perturbado sin despeinarse con las oscuras sonoridades creadas para El nombre de la rosa. Pero cuando logró (y logra) hacerme llorar fue con su magistral trabajo para An American Tail (Fievel y el Nuevo Mundo) y esa canción tan sensiblera como extraordinaria Somewhere Out There, la historia de dos hermanos inmigrantes separados en trágicas circunstancias deseando volver a verse. Y yo un hijo único cuya familia hacía todo lo posible por separarse. 



Plagios a un lado, Willow y su uso de coros infantiles así como la puesta de largo del posteriormente célebre y parodiado a partes iguales parabará me acercaron más a un estilo inconfundible, a un idioma propio. Fue el primer vinilo suyo que decidí comprar. Pero mi rendición absoluta, mi adhesión de por vida, llegó con Glory (Tiempos de gloria). La magnífica película de Edward Zwick te deja emocionalmente muy desarmado con lo que en el instante en el que llegan los,nunca mejor dicho, gloriosos créditos la música de Horner termina de grabarte a fuego una experiencia cinematográfica imborrable.



Con sus altibajos, seguía siempre a Horner, en una era pre-internet, a través de las revistas especializadas. Esperando algo similar a lo vivido años antes. Y volvió a ocurrir, pero con una película que jamás creí que podría afectarme. Me refiero a Casper. El tema de la canción de cuna, de una sencillez extrema, resume lo que Horner es capaz de lograr con un piano y muy pocas notas. No hay vez que lo escuche que no se me ponga un nudo en la garganta. Hoy he llorado desconsoladamente al hacerlo. Muchas emociones al mismo tiempo. 



Casper salió de la fértil imaginación de James Horner en el mismo periodo que Apollo XIII, Braveheart y Leyendas de pasión. Ahí es nada. Pocas veces, por no decir ninguna, un compositor ha conseguido alcanzar niveles excelsos en cada una de sus obras en tan poco tiempo.



Pero, a decir verdad, nada volvió a ser igual después de 1995. Sí, ya lo sé, Titanic es la banda sonora más vendida de todos los tiempos, dio a Horner fortuna y gloria, pero yo añoraba la frescura de la otra gloria, la los tiempos de Glory. Probablemente también la mía.

Más tarde, con la universalización de internet, James Horner fue blanco de las críticas más duras en foros de diverso pelaje, incluso llegando a insultos cuando relevó a Gabriel Yared en Troya. Los ataques hicieron mella y él decidió colocarse en un segundo plano, con solo cinco películas desde la hipnótica, espléndida, curradísima, compleja y larga banda sonora de Avatar. Cameron le recuperó cuando otros como Ron Howard le dieron la espalda.



Él lo ha dicho en muchas ocasiones. Usa las melodías que considera más apropiadas para que nuestro corazón sienta lo que la escena transmite. Eso incluye la multitud de autorreferencias, parabarás o supuestos plagios. No quiero sonar pedante. Adoro algunas de partes del score de Titanic, particularmente el solo de piano interpretado por el propio compositor (The Portrait) o el tema Southampton. También Bincentennial Man,incluso Mi gran amigo Joe, Una mente maravillosa con su recurrente uso de la voz infantil, Rocketeer o las películas que hizo del Zorro atesoraban el oficio, la maestría, con instantes para repetir una y mil veces. 

The Amazing Spider-Man fue un reciente y grato reencuentro con el Horner épico y el de las sencillas pero efectivas melodías al piano. En todo lo que ha hecho en estos años, siempre ha habido algo, como un aroma que me retrotraía al cine Ayala, donde vi Star Trek 2

Eran otros tiempos. Si una banda sonora te impactaba no era tan sencillo adquirirla. Bien porque no se había editado, no la vendían en tu ciudad o porque la paga con ocho o nueve tacos solo daba para chicles de fresa ácida.

Digo esto porque ahora mismo, alguien que no conociera a Horner más allá de "Titanic", "Avatar" o "Braveheart" lo tiene fácil para hacerse una competa playlist de su carrera en Youtube. Desgraciadamente, él declaró recientemente que cada vez le resultaba más difícil trabajar. Ya solo me queda una J de la baraja.

No te lo pude decir ni escribir en vida, como sí lo he hecho con otros. Gracias.

miércoles, 23 de enero de 2013

La sombra de John Ford

Las buenas películas, o aquellas que yo considero buenas, te dejan poso, huella, mácula indeleble salvo que alguna enfermedad neurodegenerativa trastoque el disco duro.

Steven Spielberg está relacionado, como director o productor, con un número considerable de las que componen mi lista. Entre ellas, Munich, lo mejor que ha hecho en la última década y probablemente en toda su magna carrera, que ya es decir.


Lincoln era uno de esos proyectos que ha tardado lustros en ver la luz, supongo que debido a múltiples factores. La última vez que yo recuerdo algo similar en su filmografía fue con la eterna gestación de Las aventuras de Tintín, cuya espera mereció la pena, o su visión de Peter Pan, que acabó convirtiéndose en la muy decepcionante Hook (El capitán Garfio). Con estos precedentes, había conseguido rebajar mis expectativas con respecto a Lincoln, hasta que me enteré que el guión venía finalmente firmado por Tony Kushner, el autor del excelso libreto de Munich.


Una vez vista, Lincoln confirma que cuando Spielberg rueda las palabras de Kushner se crea una química comparable a la que existe entre Chanel y el número 5 o, bromas a un lado, la que se estableció entre Robert Bolt (guionista de Lawrence de Arabia, Doctor Zhivago o La hija de Ryan)  y David Lean. El desafío aquí era hercúleo. Cogiendo prestada la novela de Doris Kearns Goodwin, Team Of rivals, como punto de partida, Kushner ha equilibrado con pulso maestro la Guerra Civil, las triquiñuelas, atajos, conversaciones y sesiones plenarias que culminaron con la aprobación de la 13ª enmienda a la Constitución americana, que suponía de facto la abolición de la esclavitud, con los conflictos personales, políticos y reflexiones de Abraham Lincoln, abarcando los últimos y trascendentales meses de su vida. Todo ello sin caer en el estereotipo, la hagiografía o los lugares comunes abordados en retratos anteriores, más o menos fieles a un periodo histórico del que existe abundante documentación.

Con el paso de los años, Spielberg está retornando de manera evidente a los orígenes de su cinefilia. Ya no hablamos de referencias aquí y allá, más o menos evidentes en los inicios de su carrera. En sus últimos proyectos, los más personales, en aquellos en los que prevalece el autor frente al productor (su gran dicotomía), Spielberg intenta ponerse en la piel de John Ford. Mejor dicho, en las pieles. La forma y el fondo de Caballo de batalla (War Horse) son los opuestos a Lincoln. Del exceso, tanto en el uso del color y la música como en los diálogos, emparentados con las fordianas ¡Qué verde era mi valle! (How Green Was My Valley!, 1941) o El hombre tranquilo (The Quiet Man, 1952), curiosamente también un proyecto personal de Ford, que tuvo que rodar westerns de encargo para conseguir financiarla, pasamos a la austeridad, el detalle, a la palabra frente a la imagen de Lincoln, como, salvando las diferencias, al Ford de El hombre que mató a Liberty Wallance frente al de Otoño Cheyenne.

Una paleta de colores fría, contrastada, con cielos blancos, la sobrecogedora música del maestro Williams que acompaña las estáticas imágenes de Janusz Kaminski, puro arte del uso de la luz que logra ensalzar mediante sublimes encuadres las interpretaciones del amplio reparto y la meticulosa ambientación diseñada por Rick Carter.

Spielberg no es JohnFord ni Lincoln es una obra maestra. El primer tramo resulta demasiado denso a pesar de los esfuerzos para que no lo sea. Pero sí es una virguería que va de menos a más, salpicada de instantes (como la forma de mostrar el magnicidio o la resolución de la votación de la 13ª enmienda ) solo al alcance de la mano de un genio. Algún día sabremos si, como nos han dicho, Liam Neeson se bajó del proyecto al dilatarse demasiado el rodaje o le pidieron que se fuera cuando Daniel Day-Lewis dijo sí a los cantos de sirena y se embarcó en un viaje que, por lo que él mismo ha manifestado, ha merecido la pena. No tengo ni idea si ES o NO ES Lincoln. ¿Alguien le ha visto?¿Existen documentos gráficos que describan sus andares, gestos o inflexiones? Decía Henry Fonda que la primera vez que se vio caracterizado como un joven Abraham Lincoln sintió la presión de tener que interpretar a un dios. El mérito aquí es justo el contrario, haber humanizado al mito, con sus virtudes y sus defectos, y encontrar el tempo y el tono para que los diálogos ocupen el primer plano. Sally Field lo da todo para poder estar a la altura con un personaje, el de primera dama, que se niega a ser una comparsa del desgarbado presidente. Sorprende el hinchadísimo James Spader como el lobbyista Bilbo o el siempre fiable David Strathairn. Se agradece el gesto de incluir al gran secundario Hal Holbroock, que ha interpretado a Lincoln varias veces en televisión, pero quien logra acaparar todas las miradas cada vez que aparece es Tommy Lee Jones, que devuelve a Spielberg la confianza con uno de sus mejores papeles, el del republicano radical Thaddeus Stevens, persona clave en los acontecimientos descritos.

No puede ser casual que esta película abarque el periodo de la vida del mítico presidente que dejó fuera El joven Lincoln de John Ford, otra vez él. Como si quisiera retomar donde él lo dejó, formando un díptico separado por casi 80 años. Tampoco es fruto del azar que se estrene en un momento en al que la sociedad estadounidense está dividida como nunca antes en la historia reciente. De manera recurrente, oímos el tic tac de varios relojes a lo largo de Lincoln (incluida una grabación real de uno que usó el presidente), dejando patente el paso del tiempo. Una cuenta atrás que Spielberg siente en su pescuezo, por ello no quiere perderse en proyectos intrascendentes. Me temo que no le va a quedar más remedio. Le ocurrió a John Ford, a Hitchcock y a él mismo. Así funciona Hollywood, y él lo sabe mejor que nadie.

lunes, 21 de enero de 2013

Sin trampa y algo de cartón (piedra)

El runrún en la sala de prensa del cúbico Kursaal donostiarra decía que Kathryn Bigelow era una directora atípica. Alta, esbelta, guapa...pero con mala hostia. Muy mala. Que no se le preguntara esto o aquello (James Cameron figuraba entre los temas tabú), que no daba entrevistas, que si era rara. Lo cierto es que el motivo por el que estaba en San Sebastían era para defender El peso del agua (The Weight of Water), una peliculilla que, sin ser nada del otro jueves y pasado el tiempo, recuerdo por dos cosas: el buen sabor de boca que me dejaron los ahora reconocidos Sarah Polley y el gran Ciarán Hinds y, lo admito, el busto perfecto de Elizabeth Hurley, que aquí luce en su máximo esplendor.

Efectivamente, la mayoría de las habladurías eran ciertas pero yo también me quedé, además de con sus vaqueros ceñidos, con sus respuestas inteligentes, directas, sin corrección política y con el saludo (el único) que se prestó a hacerle a la cámara para una cadena que me pagaba por cada uno de los que consiguiera. Creo que no le disgustaron las preguntas que le solté en la rueda de prensa.

Cuento esto porque, precisamente, la personalidad de Bigelow que intuí entonces está presente en cada fotograma de La noche más oscura (Zero Dark Thrirty), tanto en lo que se ve como en lo que no. Creo que nunca en su (sobrevalorada) carrera ha estado más cerca de un personaje como del de Maya (interpretado con la sobriedad requerida por Jessica Chastain), una empleada de la CIA que invierte una década de su vida en hallar al que era desde los ataques del 11S el enemigo público número uno de los EEUU, el más buscado: Osama Bin Laden.

No soy el primero que al ver esta película tenía la sensación de estar ante un capítulo largo de la magistral Homeland, serie indispensable de factura impecable, soberbios guiones e interpretaciones poderosas, como la de Claire Danes y su Carrie Mathison, insoportable bipolar que te la crees desde el minuto uno. Igual que a Maya, igual que la película de Bigelow. Te crees las torturas (mostradas con gusto exquisito a pesar de su crudeza), las reuniones al más alto nivel en Langley, las relaciones entre los agentes y el desarrollo de la invasión y posterior asalto a la guarida de Gerónimo (sobrenombre que le dieron a Bin Laden).

La noche más oscura no se posiciona, muestra con un sentido del ritmo televisivo y con la pirotecnia justa hasta donde se supone que puede mostrar una película que se va a distribuir en los circuitos de exhibición mainstream, y deja a cada cual para que nos hagamos nuestras propias preguntas. Lo que ha jodido mucho a algún incauto es que da por hechas (y documentadas) algunas cosas tales como las torturas en muchos interrogatorios llevados a cabo en Guantánamo y en las cárceles secretas diseminadas por medio mundo, el cambio de política en este asunto cuando Obama llegó a la Casa Blanca, la invasión consciente y premeditada de Pakistán sin comunicárselo a sus autoridades o la inexistente intención de capturar con vida a Bin Laden.

El conocimiento de que la guarida del terrorista fue derribada poco tiempo después de la operación y lo reciente de los hechos en mi memoria da más valor si cabe a la minuciosidad con la que ha sido recreado este episodio.

Pero, más allá de los merecidos elogios a la película, le cuesta arrancar, se produce un cierto galimatias con los nombres de los sospechosos ( no sé a ti pero entre las barbas y los turbantes a mí me parecen todos iguales) y ciertos pasajes de la música del magnífico Alexandre Desplat, sobre todo en la escena del inicio de la operación Arpón de Neptuno (Neptune Spear), con sonoridades idénticas a las creadas por John Barry para el 007 interpretado por Roger Moore, sacan al espectador de un entorno cuasi documental para llevarlo al cartón piedra de las superproducciones.

Algunas manchas, pocas, para esta necesaria Zero Dark Thirty cuyo plano final no hace sino cerrar magistralmente un laberinto de mil recovecos del que Bigelow solo da pistas de cómo salir de él. El recorrido lo tienes que hacer tú.

jueves, 20 de diciembre de 2012

Perfeccionismo aburrido

Antes de ver la primera entrega del regreso a la Tierra Media de Peter Jackson y buena parte del equipo responsable de la magna trilogía de El señor de los anillos (Lord Of The Rings), El Hobbit: un viaje inesperado (The Hobbit: An Unexpected Journey), me hice tres preguntas:

1. ¿Qué se siente al ver una película a 48 fotogramas por segundo y en 3D, también conocido como High Frame Rate (HFR)?
2. ¿Cómo se alarga hasta las tres horas los escasos, en sustancia, primeros capítulos de El Hobbit?
3. ¿Hasta qué punto Peter Jackson ha abordado este proyecto con la misma pasión y entusiasmo que El señor de los anillos?

Vayamos por partes.

1. Ya desde la aparición de los primeros fotogramas te das cuenta de que estás ante algo nuevo, nunca visto, flipante. Por explicarlo en pocas palabras, como disfrutar una película en Bluray comparada con la definición DVD. El nivel de detalle impresiona, una nitidez impensable en una pantalla de cine. Y eso que yo tengo que ponerme dos pares de gafas. Es de justicia reconocer el esfuerzo tecnológico llevado a cabo para dar al público nuevas razones para volver a las salas de cine. También admito que es la primera gran producción rodada en este formato, como El cantor de Jazz (The Jazz Singer) de los 48 fotogramas por segundo. Ciertos movimientos de cámara siguen provocando mareos. Personalmente, estoy seguro de que el debate está abierto, con bandos irreconciliables claramente enfrentados. Muchos (Scorsese entre ellos) que se resistían numantínamente a pasarse al digital han preferido dejarse llevar por la corriente. Otros como Tarantino prefieren abandonar la dirección y centrarse en proyectos televisivos antes de verse obligado a rodar con ceros y unos en lugar de con celuloide. ¿Puro fetichismo? Seguramente. ¿Comprensible? Categóricamente sí. 48 fotogramas por segundo es otra cosa. ¿Mejor? Siendo opinable, para mí, a día de hoy, no. Llegará el día en que existirá un filtro para dar el "aspecto cine" como el de "película rallada" o "sepia". Pero se volverá a rodar en cine. Seguro. Como con el vinilo, su regreso es cuestión de tiempo.

2. Cualquiera que posea las ediciones impresas de las novelas de Tolkien forzosamente se tiene que plantear: ¿Cómo se las van a arreglar para sacar tres películas de un libro no particularmente extenso? Respuesta obvia, ya contrastada: alargaaaaando la trama. Peter Jackson tenía en contra que su visión del universo tolkiano ya era conocido por la mayoría. Es por ello que la expectación era máxima cuando se supo que, inicialmente, Guillermo del Toro se iba a hacer cargo del proyecto. Era de esperar una revisión, como la que Picasso hizo con Las meninas o, por acercarme más a lo que nos ocupa, con el cambio de rumbo que Alfonso Cuarón imprimió a la saga de Harry Potter sin destruir lo establecido por Chris Columbus. Una oportunidad perdida. Sí, es cierto, hace ilusión regresar a la Comarca o a Rivendell, que lucen como nunca, reencontrarse con personajes ausentes del texto pero que dan continuidad a la saga como Elrond, Galadriel, Saruman o Frodo, pero su inserción forzada ralentiza un relato ya de por sí denso. Y luego está el factor sorpresa, aquí inexistente.

3. Precisamente, la anunciada intención inicial de Peter Jackson de no dirigir El Hobbit no hace sino confirmar, una vez vista la película, que era una sabia decisión. Ya nada es lo mismo. Es como retomar una relación, que en su día viviste apasionadamente, casi diez años después. Inevitablemente, aparece la rutina, el aburrimiento. Esa es la sensación que me deja Un viaje inesperado. Incidiendo en los errores cometidos en King Kong, Jackson nos ofrece un interminable espectáculo, orquestado primorosamente, escenas que solo producciones de este calibre pueden ofrecer (magnífico prólogo o la estupenda secuencia con Gollum), ambientación exquisita, efectos visuales merecedores de todos los premios, con un Martin Freeman que se hace con el personaje de Bilbo desde el primer momento, y unos enanos que son un manual de caracterización, al igual que orcos o goblins (con homenaje a Jabba incluido). Pero, cuando se encienden las luces, estoy aburrido, empachado y... ¡solo he terminado el primer plato!. Faltan el segundo y el postre. ¡Bufff!

martes, 11 de diciembre de 2012

Sentido y sensibilidad

De cuando en cuando, una película te hace recordar las razones por las que amo el cine, por las que me gustaría dedicarle mi tiempo más allá de la butaca en la sala oscura. Ojo, que no siempre tiene que ser una buena película, ni esas razones universalmente compartidas. Son las mías. Punto. La vida de Pi (Life Of Pi) forma parte de esa lista tan particular.

La novela homónima de Yann Martel llevaba tiempo acumulando polvo en mi librería, repleta de títulos que me llegan gratis gracias a un proveedor familiar (y que espero leer algún día), cuando supe que Ang Lee iba a adaptarla a la gran pantalla, en 3D, y con presupuesto holgado de la Fox. Conociendo la apasionante premisa argumental y sus evidentes dificultades, tanto a nivel de guión como tecnológicas, a la hora de transformar en imágenes las palabras de Martel, mi curiosidad inicial fue trasformándose en ganas, pero que muchas ganas, de verla.




Entrevisté a Ang Lee con motivo de la presentación de Tigre y dragón.  Me encontré a un tipo menudo al que te costaba imaginar cabreado. Te transmitía, al mismo tiempo, seguridad absoluta y paz interior, cualidades indispensables para poder encarar esta película con unas mínimas garantías de éxito.


El inicio desconcierta. Tras unos créditos en los que, paulatinamente, vas entrando en el universo tridimensional que Lee ha creado para la película, bellos, al ritmo pausado de una canción de cuna interpretada en lengua tamil por Bombay Jayashri, pasamos a un planteamiento de la historia que me recordaba en sus formas al estilo de Jean Pierre Jeunet en Amelie, con postales espectaculares y coloristas, narración infantiloide  y flashbacks sincopados. Por un momento pensaba que, en lugar de La vida de Pi, estaba viendo La vida de Pooh. Estaba equivocado. Muy equivocado. Todo tenía su razón de ser, una explicación.

Cuando el tedio amenaza seriamente mis dominios, a base de conversaciones alrededor de credos, fés, y dioses varios, la familia Patel y sus animales se embarcan en un arca de Noé particular rumbo a Canadá. A partir de ese momento, todo cambia. El diseño, planificación y ejecución del hundimiento del barco es magistral. Cada plano, cada sonido y las tres dimensiones queriéndose reivindicar. No hacia falta. Quedaba el resto de película para comprobar que, en las manos adecuadas, esta tecnología tiene muchas sorpresas agradables por ofrecer. Experiencias únicas. Esto es solo el principio.

A partir de que tenemos a Pi (espléndido Suraj Sharma), una cebra, una hiena, una orangután y, por supuesto, a Richard Parker en el bote salvavidas, Ang Lee transforma la pantalla en un lienzo en el que sacar  el máximo provecho artístico a la tecnología puesta en sus manos. En ningún momento eres capaz de discernir si el tigre que estás viendo es real o digital, ni falta que hace. Se nota que, más que crear, se ha recreado en sus personajes y la historia ideada por Yann Martel. Un relato que, por su trasfondo religioso, puede irritar a más de un ateo que con solo oír mentar a Dios, Alá o Shiba se retuerce en la butaca. Incluso ellos, si la han visto en 3D, tendrán que reconocer que han asistido a una de las experiencias cinematográficas más agradables de su vida.

Reconforta saber que en Hollywood todavía existen ejecutivos capaces de dar luz verde a un proyecto de más de 100 millones de dólares sin estrellas como protagonistas (Depardieu tiene un cameo)que ni es una secuela, ni lo protagoniza un héroe de cómic. Tan solo un joven hindú, un tigre, un bote salvavidas y el mar. Ahí queda eso.