miércoles, 23 de marzo de 2011

Y la gata perdió su séptima vida

Era el paradigma de la estrella de Hollywood, digna heredera de las primeras habitantes de ese particular olimpo de diosas, vanidades,fortuna y gloria. A punto de cumplir los 80 años, se ha ido Elizabeth Taylor, Liz Taylor. A decir verdad, cinematográficamente, se había ido hace décadas. Fue el único aliciente para ir a ver ese bodriete de Los Picapiedra (The Flinstones), su última participación en la gran pantalla. Aquí, la mayoría se perdió su histórica colaboración en Los Simpson. La primera palabra que pronunció Maggie la balbuceó la gran Liz.Este pequeño detalle da una idea del tamaño de su estrella.

Recuerdo el glamour y la clase que su nombre daba a los interminables créditos de Norte y Sur (1985) pero, of course, sus grandes papeles le llegaron mucho antes, desde que era una cría.preciosa en las películas de Lassie o Fuego de juventud (National Velvet,1944), el origen de su mala salud de hierro. Más grave fue su traqueotomía de urgencia durante la pesadilla de rodaje de Cleopatra. Al menos, se embolsó la cifra record de la época de un millón de dólares y se ligó al protagonista. Visto el resultado, a lo mejor no salió tan bien la jugada. Es cierto que Richard Burton y Liz formaron una pareja equivalente a Pitt y Jolie, pero sin Internet, lo que multiplicaba el morbo y los cuchicheos. Al parecer, su amor era como el de las grandes películas, apasionado y a prueba de fuego. Un ni contigo ni sin ti que compartimos en esa obra maestra llamada ¿Quién teme a Virginia Woolf ?(Who's Afraid of Virginia Woolf?, 1966).Burton consiguió que Liz se aficionara aún más a la botella. Unos excesos que se veían en películas como El espejo roto (The Mirror Crack'd,1980) donde daba vida, junto a su amigo Rock Hudson, a una gran dama de la escena venida a menos, prácticamente una autobiografía.

Es una verdadera lástima que las nuevas generaciones la recuerden en silla de ruedas y dando que hablar por sus problemas de salud o sus amoríos, y es que Liz ha tenido un corazón tocado pero muy activo. Probablemente, hoy habrá dos mujeres que no sientan su muerte: Debbie Reynolds y su hija, Carrie Fisher, cuyas adicciones tienen origen, según ella, en el día que su padre, Eddie Fisher, les abandonó para refugiarse en los brazos de Liz Taylor.

Hay que decir a su favor que siempre se ha portado como ese hombro en el que lloraban los grandes atormentados de Hollywood, desde James Dean hasta Michael Jackson, pasando por Montgomery Clift.

Bella como pocas, capaz de expresar con sus ojos violetas candidez, pasión, rabia, displicencia o debilidad, Elizabeth Taylor siempre será la gata sobre el tejado de zinc, una gigante, una mujer marcada, indomable desde la más tierna infancia, cuando solo era una mujercita. Ya solo nos quedas tú, Lauren Bacall.

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