Todos, en mayor o menor medida, tenemos en nuestra materia gris un backup de vivencias y experiencias en forma de miles de imágenes de nitidez variable, captadas desde el protector refugio uterino hasta este mismo momento. Algunas son tamaño carnet, otras de dimensiones descomunales, muchas de ellas incompletas.
Entre las que conservo con mayor claridad de mi infancia, desarrollada en buena parte bajo baños de rayos catódicos, están las de un grupo de encolerizados energúmenos (y energúmenas) en lo que luego supe eran los exteriores de la embajada de Estados Unidos en Teherán. Mis padres no supieron explicarme bien qué pasaba pero, recuerdo como si fuera ayer, el rostro de Jomeini me daba mucho yuyu. Hasta que vi en un cine a Darth Vader poco tiempo después, para mí Jomeini era la personificación del Mal. Ni Lucifer ni mi encargado de curso: Jomeini, tío chungo donde los haya.
Probablemente, The Town: ciudad de ladrones, la anterior película dirigida por Ben Affleck, es una de las mayores sorpresas que me he llevado en el cine recientemente. Por esto, y por lo que os he contado al principio, mis expectativas a la hora de sentarme a ver Argo eran, cuanto menos, altas.
La verdad es que, incluso dejando de lado el argumento central, la película merece mucho la pena. Estamos ante un exquisito, minucioso y sentido repaso al backup setentero personal de Affleck y el guionista Chris Terrio. En cualquier detalle, ya sea la decoración de una habitación infantil (a la que se saca provecho en un epílogo que me produjo un éxtasis teresiano), fragmentos de informativos televisivos, elección de canciones, planos detalle de objetos, maquinaria, tecnología, vestuario. No hablamos de una correcta labor del diseño de producción. Aquí se ha querido ir más allá. Se ha pretendido, con éxito incontestable, pulsar las teclas de la nostalgia bien entendida. Solo así se explican las referencias a El planeta de los simios, Star Wars, Dire Straits o al periodista David Frost.
A esto hay que añadir la historia , basada en hechos reales, del rescate a cargo de la CIA de los funcionarios de la embajada norteamericana ocultos en la casa del embajador de Canadá y que se hicieron pasar por miembros de un equipo de rodaje en lo que se llamó la crisis de los rehenes, ocurrida durante la revolución islamista que derrocó al Sha, enfermo terminal, en 1979, cuando Jimmy Carter estaba a punto de abandonar la Casa Blanca.
Con un políticamente incorrecto prólogo, en el que se pone claramente en evidencia a la administración norteamericana por prestar apoyo al régimen de Mohammad Reza, Argo, con varias licencias dramáticas, no es sino un panegírico a agentes de CIA como Tony Mendez y su oculta labor en la resolución de entuertos organizados a causa de acciones previas de la propia agencia.
Y Affleck lo hace bien. Francamente bien. Con un montaje primoroso y estética clonada de títulos referencia de la época firmados por Sidney Pollack o Alan J. Pakula. Su carrera como director, con tres notables títulos, nos deja la agradable sensación de que todavía tiene mucho y bueno que ofrecer.
Producida, entre otros, por George Clooney, Argo podría convertirse en una de esas películas recordadas no solo por sus mayores o menores virtudes cinematográficas, que siempre son discutibles, sino por estar dotada de ese "algo más" que transforma un título a priori del montón en un objeto de culto venerado por una legión de nuevos argonautas, entre los que me encuentro.
miércoles, 28 de noviembre de 2012
miércoles, 14 de noviembre de 2012
Bond se resetea
Se han dado varias circunstancias para que el estreno de Skyfall haya estado precedido de una expectación incluso mayor que en las 23 ocasiones anteriores. Por un lado, la crisis financiera de la Metro obligó a los gestores de la franquicia, Eon Productions, a aplazar más de un año el rodaje. Por otro, el 50 aniversario desde 007 contra el Dr. No (Dr. No) ha supuesto una campaña sin precedentes: lanzamiento de la colección completa en Blu ray, exposiciones o subastas. Por último, la aparición de Daniel Craig como Bond escoltando a Isabel II en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Londres, acontecimiento seguido por millones de personas de todo el mundo.
Pero crear expectación es un arma de doble filo. Baste recordar, sin ir más lejos, lo ocurrido con la anterior entrega, Quantum Of Solace (2008), decepcionante continuación del apasionante arco argumental abierto con tino por Martin Campbell en Casino Royale, una de las mejores de la saga.
En Skyfall, por primera vez, una película de 007 pasaba a manos de un autor, un cineasta con lenguaje propio con un Oscar en el curriculum, aspecto éste no relevante pero sí novedoso. Sam Mendes ha dado buenas muestras de que es capaz de sacar chispas a los repartos y alcanzar (casi) la perfección formal en títulos como la brutal American Beauty, la estéticamente impresionante Camino a la perdición (Road To Perdition) además de las estimables Jarheads o Revolutionary Road.
Pero si hay algo achacable al cine de Mendes es su frialdad. Aunque su filmografía desborda carga emocional, ésta no acaba de traspasar la pantalla, mantiene las distancias con el espectador, diluyendo el poso que deberían dejar las desgarradoras historias que nos había contado hasta ahora. Era previsible, por lo tanto, que con Sam Mendes en la dirección, James Bond afrontaría circunstancias personales trascendentales para el devenir del personaje. Todo ello sin perder de vista la esencia de lo que una película de 007 debe tener.
En un chat promocional, Mendes y Craig me respondieron a este respecto (el de cómo mantener la esencia de la saga) que "No creo que haya una respuesta sencilla, pero lleva muchísimo trabajo hacer algo que tiene un toque tradicional, que permanece, pero a la vez es moderno, buscando la originalidad. (Sam). En Skyfall intentamos mantener la esencia de Bond, pero de la manera menos obvia posible (Daniel).
Y, sin desvelar aspectos fundamentales de la historia, es hora de decir que misión cumplida. Skyfall no solo cierra magníficamente el camino emprendido en Casino Royale sino que coloca la barra a una altura difícilmente superable para el siguiente ocupante de la silla de director.
La balanza se inclina claramente hacia lo que funciona frente a lo que no. En el primer aspecto sobresale el guión de los habituales Neil Purvis, Robert Wade a los que hay que añadir a John Logan (Gladiator),que ya ha firmado por las dos siguientes, la bella, acertada, variada y espectacular fotografía del veterano Roger Deakins, sobresaliendo la secuencia que se desarrolla en un rascacielos de Shanghai, elegante, original, impresionante. La canción de Adele es, seguramente, de las más brillantes jamás compuestas para 007, acompañada de unos magistrales créditos que dan más pistas que nunca sobre el argumento. Una lástima que la correcta música de Thomas Newman no saque más provecho de ella en momentos clave. ¡Qué decir del reparto! Es difícil poder juntar a gente tan competente, cada uno en lo suyo. Dando por hecho que Judi Dench y Craig ya han hecho suyos sus respectivos personajes, consiguen dar forma a lo que hasta ahora era un esbozo. Inteligentemente, Javier Bardem ha sabido coger de aquí y de allí para dotar a su papel de villano de elementos distintivos con respecto a otros de la saga, sacando hasta la última gota de jugo a las contadas escenas en las que está en pantalla, de forma que Silva perdurará en el tiempo, ocupando la silla más cercana a la de Auric Goldfinger, Blofeld o Max Zorin (referente claro).
Skyfall cumple con el triple objetivo de entretener (a pesar de su metraje), dotar de una mayor tridimensionalidad a un personaje con 23 películas a la espalda y, lo que es mejor, dejándote con ganas de más gracias a un epílogo que hará las delicias de todos los que sentimos aprecio por James Bond que, afortunadamente, will return.
Pero crear expectación es un arma de doble filo. Baste recordar, sin ir más lejos, lo ocurrido con la anterior entrega, Quantum Of Solace (2008), decepcionante continuación del apasionante arco argumental abierto con tino por Martin Campbell en Casino Royale, una de las mejores de la saga.
En Skyfall, por primera vez, una película de 007 pasaba a manos de un autor, un cineasta con lenguaje propio con un Oscar en el curriculum, aspecto éste no relevante pero sí novedoso. Sam Mendes ha dado buenas muestras de que es capaz de sacar chispas a los repartos y alcanzar (casi) la perfección formal en títulos como la brutal American Beauty, la estéticamente impresionante Camino a la perdición (Road To Perdition) además de las estimables Jarheads o Revolutionary Road.
Pero si hay algo achacable al cine de Mendes es su frialdad. Aunque su filmografía desborda carga emocional, ésta no acaba de traspasar la pantalla, mantiene las distancias con el espectador, diluyendo el poso que deberían dejar las desgarradoras historias que nos había contado hasta ahora. Era previsible, por lo tanto, que con Sam Mendes en la dirección, James Bond afrontaría circunstancias personales trascendentales para el devenir del personaje. Todo ello sin perder de vista la esencia de lo que una película de 007 debe tener.
En un chat promocional, Mendes y Craig me respondieron a este respecto (el de cómo mantener la esencia de la saga) que "No creo que haya una respuesta sencilla, pero lleva muchísimo trabajo hacer algo que tiene un toque tradicional, que permanece, pero a la vez es moderno, buscando la originalidad. (Sam). En Skyfall intentamos mantener la esencia de Bond, pero de la manera menos obvia posible (Daniel).
Y, sin desvelar aspectos fundamentales de la historia, es hora de decir que misión cumplida. Skyfall no solo cierra magníficamente el camino emprendido en Casino Royale sino que coloca la barra a una altura difícilmente superable para el siguiente ocupante de la silla de director.
La balanza se inclina claramente hacia lo que funciona frente a lo que no. En el primer aspecto sobresale el guión de los habituales Neil Purvis, Robert Wade a los que hay que añadir a John Logan (Gladiator),que ya ha firmado por las dos siguientes, la bella, acertada, variada y espectacular fotografía del veterano Roger Deakins, sobresaliendo la secuencia que se desarrolla en un rascacielos de Shanghai, elegante, original, impresionante. La canción de Adele es, seguramente, de las más brillantes jamás compuestas para 007, acompañada de unos magistrales créditos que dan más pistas que nunca sobre el argumento. Una lástima que la correcta música de Thomas Newman no saque más provecho de ella en momentos clave. ¡Qué decir del reparto! Es difícil poder juntar a gente tan competente, cada uno en lo suyo. Dando por hecho que Judi Dench y Craig ya han hecho suyos sus respectivos personajes, consiguen dar forma a lo que hasta ahora era un esbozo. Inteligentemente, Javier Bardem ha sabido coger de aquí y de allí para dotar a su papel de villano de elementos distintivos con respecto a otros de la saga, sacando hasta la última gota de jugo a las contadas escenas en las que está en pantalla, de forma que Silva perdurará en el tiempo, ocupando la silla más cercana a la de Auric Goldfinger, Blofeld o Max Zorin (referente claro).
Skyfall cumple con el triple objetivo de entretener (a pesar de su metraje), dotar de una mayor tridimensionalidad a un personaje con 23 películas a la espalda y, lo que es mejor, dejándote con ganas de más gracias a un epílogo que hará las delicias de todos los que sentimos aprecio por James Bond que, afortunadamente, will return.
¿Una nueva esperanza? Cinco detalles sobre el acuerdo Disney Lucasfilm
Han pasado un par de semanas desde
el pepino informativo: Disney adquiere Lucasfilm. Así, de golpe, sin
filtraciones, ¡zas! en toda la boca y con Sandy
pasándoselo chupi en Manhattan. ¡Toma perturbación en la Fuerza! A pesar de
ello, la falla de San Andrés se mantuvo impasible.
Ya conoces las (obscenas) cifras
del trueque, algunas reacciones e incluso las primeras confirmaciones oficiales
de la segunda parte de la madre de todas las primicias: Habrá Episodio VII de Star Wars en 2015 (y nueva peli cada 2/3
años).
Antes de escribir esto necesitaba
reposarlo. Mucho. Como tantos aquí y allí, más o menos frikis, parejas de
frikis, iniciados o simplemente observadores distantes de las idas y venidas
del universo galáctico, experimenté una sensación extraña al leer la noticia.
No lo voy a negar, al principio me invadió una inédita mezcla de pena, rabia y
excitación que pusieron de manifiesto lo que George Lucas y su obra significan
para servidor. Por mucho que el raciocinio madure con el tiempo y sea capaz de
relativizar las cosas, el corazón puede más. Mucho más.
Pero lo que en caliente se ve de
una manera, en frío se puede ver de otra. Y es en uno de estos últimos momentos
en los que estoy escribiendo. Podría
resumir todo este mejunje en cinco pensamientos en alto.
Una imagen vale más que mil palabras. La foto tiene algunos años. |
2.Red Tails. Pero si lo anterior han sido pistas que han desembocado en el desenlace que ya conocemos, la gota que ha colmado el vaso ha sido Red Tails, una película de la que hemos hablado en este blog en más de una ocasión sin haberla visto y que, desgraciadamente, ha cumplido con todos los temores expresados ya hace meses. ¿Cuál es el problema de Red Tails? Dos palabras: es mediocre. Con todas las letras. Lucas se quejaba de que ningún estudio la quería distribuir ni en USA (la Fox finalmente se hizo cargo de ella pero todos los gastos se los facturaron a Lucasfilm) ni menos aún internacionalmente porque, decía él, era una película en la que solo salen negros, con lo que su venta es difícil. ¡Qué racista es el mundo, tío George! Mentira podrida. Naranjas de la China. La verdad es que su venta era misión imposible porque es mala, coño. Hecha como hace cincuenta años en lo referido a guión, con chirriantes diálogos, malos muy malos, buenos muy buenos, estereotipos, o peor. La banda sonora del gran Terence Blanchard no encaja y los combates aéreos, su plato fuerte, eran más realistas en Pearl Harbor. Red Tails se mantiene inédita en la mayor parte del mundo y, haciendo cuentas, ha sido un mal negocio para Lucasfilm. Tristísimo epílogo cinematográfico como compañía independiente. Chiste fácil, un final negro.
Kathleen Kennedy |
Michael Arndt |
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