Han pasado un par de semanas desde
el pepino informativo: Disney adquiere Lucasfilm. Así, de golpe, sin
filtraciones, ¡zas! en toda la boca y con Sandy
pasándoselo chupi en Manhattan. ¡Toma perturbación en la Fuerza! A pesar de
ello, la falla de San Andrés se mantuvo impasible.
Ya conoces las (obscenas) cifras
del trueque, algunas reacciones e incluso las primeras confirmaciones oficiales
de la segunda parte de la madre de todas las primicias: Habrá Episodio VII de Star Wars en 2015 (y nueva peli cada 2/3
años).
Antes de escribir esto necesitaba
reposarlo. Mucho. Como tantos aquí y allí, más o menos frikis, parejas de
frikis, iniciados o simplemente observadores distantes de las idas y venidas
del universo galáctico, experimenté una sensación extraña al leer la noticia.
No lo voy a negar, al principio me invadió una inédita mezcla de pena, rabia y
excitación que pusieron de manifiesto lo que George Lucas y su obra significan
para servidor. Por mucho que el raciocinio madure con el tiempo y sea capaz de
relativizar las cosas, el corazón puede más. Mucho más.
Pero lo que en caliente se ve de
una manera, en frío se puede ver de otra. Y es en uno de estos últimos momentos
en los que estoy escribiendo. Podría
resumir todo este mejunje en cinco pensamientos en alto.
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Una imagen vale más que mil palabras. La foto tiene algunos años. |
1.Se veía venir. En
los últimos meses, Lucas había manifestado en varios foros que lo dejaba,
que a otra cosa mariposa, que, nunca mejor dicho: “hasta luego Lucas”. El
origen de la decisión yo lo encuentro en las reacciones furibundas,
viscerales a todo lo que proviene de Lucasfilm en los últimos años,
particularmente la trilogía compuesta por los episodios I, II y III de Star Wars. Incluso existe un
conocido documental de 2010 titulado The
People vs George Lucas (El pueblo contra George Lucas) en el que
diferentes voces admiten su devoción reverencial por el universo galáctico
pero que sienten como una violación sin anestesia el resultado de las
precuelas. Poco más o menos lo mismo se ha llegado a decir de la cuarta de
Indiana Jones en South Park. Por
no hablar de algunos de los retoques efectuados en la trilogía original
con motivo de su lanzamiento en Blu Ray. La polémica por el tráiler de la
peli de Mahoma es pecata minuta
comparada con la que se lió con el “Noooooooo”
de Darth Vader insertado en la escena culminante de El retorno del Jedi. Era como si Seth Green se lo hubiera
propuesto como gag para Robot
Chicken y Lucas dijera en plan Doc Brown: “¡Sí, buena idea! Así
mantenemos la estructura espacio-tiempo”. Cual Calimero, el tío George,
acostumbrado en otra época a encendidos elogios, respondió al New York Times hace pocos meses que
se retiraba y que él no haría más películas de Star Wars porque, básicamente, le ponían a parir.
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Cartel de Red Tails |
2.Red Tails. Pero
si lo anterior han sido pistas que han desembocado en el desenlace que ya
conocemos, la gota que ha colmado el vaso ha sido Red Tails, una película de la que hemos hablado en este blog
en más de una ocasión sin haberla visto y que, desgraciadamente, ha
cumplido con todos los temores expresados ya hace meses. ¿Cuál es el
problema de Red Tails? Dos
palabras: es mediocre. Con todas las letras. Lucas se quejaba de que
ningún estudio la quería distribuir ni en USA (la Fox finalmente se hizo
cargo de ella pero todos los gastos se los facturaron a Lucasfilm) ni
menos aún internacionalmente porque, decía él, era una película en la que
solo salen negros, con lo que su venta es difícil. ¡Qué racista es el
mundo, tío George! Mentira podrida. Naranjas de la China. La verdad es que
su venta era misión imposible porque es mala, coño. Hecha como hace cincuenta años en lo
referido a guión, con chirriantes diálogos, malos muy malos, buenos muy
buenos, estereotipos, o peor. La banda sonora del gran Terence Blanchard
no encaja y los combates aéreos, su plato fuerte, eran más realistas en Pearl Harbor. Red Tails se mantiene inédita en la mayor parte del mundo y,
haciendo cuentas, ha sido un mal negocio para Lucasfilm. Tristísimo
epílogo cinematográfico como compañía independiente. Chiste fácil, un
final negro.
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Kathleen Kennedy |
3.Kathleen Kennedy. El nombramiento
en junio de este año de Kathleen Kennedy como co-presidente de Lucasfilm
dejaba a las claras que Lucas iba en serio, que la empresa que había
creado y dirigido durante más de 40 años (nació, como servidor, en 1971)
cambiaba paulatinamente de manos. En un principio parecía que el cambio
solo afectaba a quién manejaba el timón, no que iban a vender todo el
barco. Claro que, bien pensado, no era lógico que alguien como Kathleen Kennedy,
productora habitual de Spielberg desde E.T.,
más que establecida, con empresa propia The Kennedy/Marshall Company creada junto a su marido, el
también productor/director Frank Marshall (saga Bourne, El sexto sentido, etc), quedara como
títere de Lucas en una empresa sin proyectos cinematográficos conocidos,
con franquicias más que lucrativas en punto muerto (Star Wars, Indiana Jones…),
una buena serie animada en antena pero que encara su quinta temporada (Clone Wars), otra de acción real
aparcada sine die por razones
presupuestarias y la astracanada de Seth Green Star Wars: Detours. El resto es gestión de filiales
reconocidas, referentes en su campo, como ILM (efectos visuales), Skywalker
Sound (post producción de audio), Lucasarts
(videojuegos), el idílico complejo que es Skywalker Ranch y las miles de licencias de merchandising. En principio, una
labor no para una productora en activo (acaba de estrenar Lincoln de Spielberg) sino para un
equipo de lumbreras en el terreno de las ventas y/o finanzas. Una vez
sabido que Kennedy será la productora ejecutiva de la nueva trilogía todo
encaja.
4.La sombra de Disney. La
(discutible) reputación de Disney como empresa que infantiliza todo lo que
toca, transformándolo en productos ñoños insuflados de moralina barata, orientados
únicamente a la idiotización
poblacional y a la venta de merchandising,
ha sembrado cierta inquietud (por no hablar de miedo) entre no pocos
sectores. Yo, honestamente, no pienso así. Ahora que estoy rodeado de
infancia veo ciertas cosas con una mirada distinta. Detrás del cursi
doblaje latinoamericano, canciones de dudoso gusto o lo edulcorado hasta
la náusea que puede llegar a ser todo lo que rodea el mundo ideal que
viven las princesas Disney, hay una innumerable cantidad de momentos cinematográficos
magistrales, obras maestras imperecederas que han sobrevivido mejor que
los demás el inefable paso del tiempo. ¿Acaso existe algún tierno infante
que haya visto alguna película de los años 30 que no sean Blancanieves o Pinocho? Por no hablar de sus parques temáticos. Las cifras
hablan por sí solas. A pesar de ser deficitario, Disneyland París es la
atracción más visitada de la culta, elitista, moralmente superior y
arruinada Europa. Y no será porque no haya cosas que ver, aunque sea solo
en Francia. El imperio parido por el otro tío, Walt, ha sabido
sobreponerse a dificultades serias, crecer y establecerse como,
seguramente, el grupo de entretenimiento global más influyente del mundo.
Y nadie está obligado a ver sus productos. Más bien lo contrario. De hecho
existen respetables grupos que prohíben el contacto de sus hijos con
cualquier cosa que huela a Disney. Quiero decir que entra dentro de lo
normal que el universo Star Wars
o el de Indiana Jones sean un
tentáculo más del gran calamar. En realidad ya formaban parte de él en
atracciones como Star Tours, Indiana Jones And The Temple Of Peril
o el cortometraje musical en 3D, protagonizado por Michael Jackson, Captain Eo, co-producido por Disney
y Lucasfilm.
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Michael Arndt |
5.El futuro. Las
respuestas empezarán a llegar en 2015 pero yo estoy tranquilo, convencido
de que a los que nos gusta Star Wars,
aunque empecemos a tener una edad en la que ciertas demostraciones de
alegría nos pueden acarrear imputaciones penales, tenemos fundados motivos
para esperar que aquello que queríamos ver, más que cualquier otra cosa,
desde 1983, fecha del estreno de El
retorno del Jedi, llegará, a lo grande, dentro dos años. Lo hemos
comprobado con Pixar y la magistral Toy
Story 3 o la apabullante Los
Vengadores (The Avengers) de Marvel. Disney quiere seguir ganando
fortunas con su patrimonio. Debe asegurarse que su billonaria inversión en
Lucasfilm vuelva en forma de billetes verdes, descargas legales y millones
de figuritas de Han Solo con artritis, princesas Leia en rehabilitación o
de Luke Skywalker transformado en primo de Jabba (a no ser que Mark Hamill
se someta a la dieta del cucurucho). Dicho de otra manera, tienen que
dejarnos con hambre de más a todos. A los fans originales, a los de las
precuelas (que ya tendrán veintitantos y son los que ahora llenan las
salas) y a las nuevas generaciones. Está claro que Darth Vader o el
emperador Palpatine es difícil que vuelvan, John Williams podría, aunque
es poco probable debido a su edad, componer la primera banda sonora, crear
un primer tapiz de temas y dejar a otros como Michael Giachino (tiene
todas las papeletas) que sigan su desarrollo. Luke, Leia o Han Solo harían
las veces de Obi Wan o Yoda en las primeras películas, mentores de una
nueva generación de atractivos mozos/as que recojan el testigo. Incluso
pueden jugar con el indudable impacto de matarlos, asesinados vilmente por
la reencarnación de los lores Sith. Siempre pueden colocar a R2, C3PO,
Chewbacca, que no envejecen y dan mucho juego. En pocas palabras, tienen
muchas cartas para jugar porque, por lo que se ha dicho, no van a tener en
cuenta lo ya publicado y van a ser historias originales. La elección de
Michael Arndt (Toy Story 3, Pequeña
Miss Sunshine o Hunger Games 2)
como guionista del episodio VII no hace sino confirmar que, seguramente,
lo mejor de Star Wars está por
llegar.
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