jueves, 30 de agosto de 2012

Trascendencia intrascendente

Ridley Scott siempre visualiza su próxima película con una imagen, un boceto. Uno solo. Desconozco cual ha sido el que imaginó para Prometheus pero es indudable que ha ido a por todas. Otra cosa es el resultado final.

A muchos que seguimos su carrera desde la magnífica Los duelistas (The Duelists) nos deja la boca abierta su capacidad casi infinita de crear secuencias apabullantes, de esas en las que el bicho cinéfilo que llevamos dentro patalea de puro placer, como aquella primera vez en la que, sin ser plenamente consciente, una película pasa a ser "algo más" que un par de horas entretenidas en una sala oscura.

La primera hora de Prometheus, vista en 3D en pantalla gigante, es un festival para los ojos, un alarde tecnológico pero siempre al servicio de la narración, acompañando al relato. El planteamiento de la misión, la presentación de los personajes y la llegada al planeta donde se puede encontrar el origen del ser humano, la respuesta a las grandes preguntas existenciales, me provocó en más de una ocasión ese placentero hormigueo o escalofrío que llamamos emoción. El diseño de producción es de matrícula de honor incluso sin ser totalmente original, ya que bebe en su justa medida de la enferma imaginación de H.R. Giger.

Ridley Scott y compañía se han empeñado en subrayar que Prometheus no es una precuela al uso, que no habla de Alien y sus secuelas, que es otra cosa. Cierto en parte, porque Scott también dijo durante la preparación del rodaje que la película giraría entorno a la figura del navegante que halla la tripulación del Nostromo en Alien, el octavo pasajero ¿quién es?¿cual es su historia?. Prometheus se adentra, a veces descaradamente, en los lugares comunes conocidos de las tres primeras entregas de la saga aunque da la sensación de que han puesto mucho empeño en disimularlo.

El problemamayor que yo he visto en la credibilidad que transmite el reparto. Aunque lejos del empaque de Sigourney Weaver, reconozco el mérito de Noomi Rapace a la hora de dotar a su Elizabeth Shaw de la intensidad requerida (sobre todo en la espeluznante secuencia de la auto-cirugía), a pesar de los esfuerzos en el guión en presentarla en las antípodas de la mítica teniente Ripley. Dificilmente me puede generar rechazo el personaje de Michael Fassbender, David, un androide obsesionado con Lawrence de Arabia, MI película, pero sale perdiendo frente a la gélida representación biónica de Ian Holm.

Charlize Theron me provoca toda clase de sensaciones positivas pero no me creo nada su personaje, y no es algo achacable a ella, sino al guión. Lo mismo le ocurre a Guy Pierce ¿no había otra forma de caracterizarlo como el anciano Peter Weyland? La tripulación del Prometheus dista mucho de la del Nostromo, asemejándose más a la versión bastarda de los marines espaciales de James Cameron (ojo, adoro Aliens).

El problema de esta película es el mismo que el de tantas otras de Ridley Scott. Te vas desinflando conforme avanza el metraje hasta dejarte decepcionado como poco. El último tercio recurre a tópicos narrativos, atajos tramposos para atar cabos sueltos siendo la última secuencia (que no voy a desvelar) un pegote digno del serial más barato. Lamentable epílogo para una más que notable película.

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