jueves, 16 de diciembre de 2010

Risas y lágrimas

Está resultando un tanto luctuoso este fin de año. La muerte de Blake Edwards me ha hecho recordar la cantidad de buenos momentos que me han aportado sus películas. Incluso las últimas entregas de las torpezas del inspector Clouseau (con Sellers, of course) tenían un par de partos tronchantes. Es ahora, al hacer balance, cuando muchos se darán cuenta el pedazo de cineasta que era. Nunca le han colocado a la altura de los más grandes de la comedia, como Wilder o Cukor pero Edwards ha conseguido títulos que son, a día de hoy, más recordados por la llamada memoria colectiva. La creación de un personaje como Clouseau, heredero de Chaplin o Keaton pero con la impagable personificación del tarado y genial Peter Sellers, a la puta más fina de la historia (Desayuno con diamantes), pasando por la mujer perfecta (10) o la fiesta en la casa que todos quisiéramos tener son solo una minúscula parte de su obra. Crear textos que sean a la par brillantes y graciosos está al alcance de muy pocos. Blake Edwards era uno de ellos. Ha vivido 88 años y seguramente no se fue antes para evitar encontrarse de nuevo en el Más Allá con Sellers, el hombre que le ha hecho pasar los mejores momentos de su vida, pero también los peores como él mismo reconocía en el audiocomentario de esa obra maestra que es La pantera rosa (The Pink Panther). Para compensar tal putada, Henry Mancini, uno de los más fructíferos emparejamientos director-compositor que ha dado el cine, le esperará con su piano

Días de vino y rosas, Las dos primeras de La pantera rosa, Victor o Victoria, Desayuno con diamantes y, por supuesto, El guateque están entre las películas que me gustaría poder descubrir de nuevo.
Las últimas de su filmografía (como las de Hitchcock o Wilder) son para olvidar. Aún así, varios gags de Cita a ciegas (Blind Date) o los condones fosforitos de Una cana al aire (Skin Deep) son más cómicos que la obra completa de más de uno. Y no me quiero olvidar de La carrera del siglo (The Race) ni de Operación Pacífico (Operation Petticoat) que tenían su punto, especialmente la segunda con Tony Curtis compartiendo cartel con su inspiración como actor: Cary Grant.

Decía el hijo de Antonio Mercero que lo único bueno de la enfermedad de su padre (Alzheimer) es que disfruta todos los días de Cantando bajo la lluvia como si fuera la primera vez. A lo mejor nos ocurre lo mismo. A lo peor, Julie Andrews rueda ahora la secuela de Mary Poppins. Al tiempo.

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