jueves, 1 de diciembre de 2011

Polanski el carnicero

Con el tiempo, los gustos, como la energía, se transforman. No del todo, claro. Aún hoy, una de las películas que más me han perturbado en mi vida ha sido El ángel exterminador (1962), obra magna del irrepetible Buñuel. En ella, un grupo de burgueses que acaban de disfrutar de una opípara cena se ven incapaces de abandonar la habitación en la que se encuentran. Con el paso de las horas, de los días, las máscaras se caen y acaban comportándose como lo que en realidad son, somos: animales.


Similar sensación de agobio he sentido al ver Un dios salvaje (Carnage), último título por el momento en la interesantísima filmografía de Roman Polanski, cuya penúltima película, El escritor (The Ghost Writter, 2010) merece todos los elogios. Inevitablemente, la mencionada El angel exterminador vino a mi memoria cuando el acomodado matrimonio formado por Christoph Waltz y Kate Winslet no termina de marcharse del piso de otro, cuyos componentes son John C. Reilly y Jodie Foster, a pesar de salir por la puerta en varias ocasiones, incluso habiendo entrado en el ascensor. Por diferentes razones, acaban volviendo para seguir dándole vueltas al incidente que ha provocado la reunión: la agresión con un palo del hijo de uno de los matrimonios al hijo del otro en un parque junto al mítico puente de Brooklyn, que es la primera escena de la película, rodada en plano secuencia con los créditos.

Basándose en la obra teatral de Yasmina Reza, Polanski pone todo su conocimiento del lenguaje cinematográfico, que es mucho, al servicio del texto original. Utiliza sabiamente los fundidos a negro, a modo de telón o de iluminación de sala, para separar el inicio del grueso de la película y éste de los créditos finales. Música solo al principio y en la conclusión, como en el teatro. Pero, tanto el montaje, multitud de encuadres, como el premeditado uso de los primeros planos nos situa en una experiencia esencialmente cinematográfica. 

Como un buen carnicero, Polanski va fileteando con cortes finos pero precisos el agudo retrato social de Reza. Pero, claro está, no vale con ser el mejor carnicero. Necesitas buena materia prima y el libreto original lo es. No menos importante resultan las herramientas. El autor de Chinatown se ha rodeado de un compacto cuarteto de intérpretes que están a la altura del proyecto. Aunque, si hay que poner nota, me quedo con ellos. Tanto el todoterreno John C, Reilly como, especialmente, Christoph Waltz, dan el contrapunto perfecto a las, en ocasiones, over the top Foster y Winslet.

Muy recomendable película de un veterano cineasta que, sin llegar a ser un dios, todavía conserva intacto su lado salvaje, para nuestro deleite.

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