viernes, 18 de febrero de 2011

Buen discurso Colin

Suelen tener algo en común todas las películas, al menos las recientes, en las que se retrata algún episodio de la biografía de un monarca británico. Con el (comprensible) afán de que el espectador sienta empatía hacia el protagonista, se suele caer siempre en el retrato amable, humano y ciertamente cortesano de la figura en cuestión. En el caso que nos ocupa, además, han elegido para dar vida a Jorge VI a Colin Firth que, en el subconsciente del espectador medio, siempre aparece como un tipo bonachón y blando. Aquel al que las mujeres quieren como amigo y no como amante. En ese aspecto, sabia decisión. Si a eso sumamos las dos preciosidades de niñas que hacen el papel de las entonces infantas Isabel  y Margarita, que no es que fueran cocos pero andaban cerca, nos acercamos al origen de mi planteamiento original. Para terminar, y fuera de lo estrictamente cinematográfico, un olvido imperdonable. A las 24 horas se ser coronado rey, a Jorge VI le lanzaron un órdago desde Irlanda, el comienzo de su independencia. Ni mención en la película aunque estaría más que justificado para argumentar el alto nivel de estrés al que estaba sometido desde el minuto uno de su reinado.

Dicho esto, la película está francamente bien hecha, Es uno de esos dos o tres títulos al año hechos por y para los Oscar. Una afirmación nada gratuita si se tiene en cuenta que los productores ejecutivos son los hermanos Weinstein, que desde que dejaron Miramax necesitaban un título como este para volver a colocarse en el lugar que ocupaban en los tiempos de Pulp Fiction, La vida es bella o Shakespeare In Love. Es esta una apuesta muy medida y no por ello fallida.

Tiene que ser una gozada para cualquier actor que te llegue un papel como el de los dos protagonistas de El discurso del rey (The King's Speech). Por razones obvias, Geoffrey Rush (que también es productor ejecutivo) se ha quedado con el agradecido personaje de Lionel Logue, el logopeda autodidacta que acaba corrigiendo gran parte de la tartamudez de Bertie, apodo familiar de Jorge VI. Por esas razones absurdas de la academia de Hollywood y otras del pelo, le están nominando como secundario cuando es tan protagonista como Firth. Es más, en los créditos aparecen simultáneamente, uno a la derecha y otro a la izquierda y no uno encima del otro. Que quede claro. Sobresaliente el lustroso elenco de secundarios: Derek Jacobi, Michael Gambon, Timothy Spall, Helena Bonham Carter (experta en papeles de esa época) o Guy Pierce, algo más parecido físicamente a los Windsor.

No quiero quitarle mérito a Colin Firth. Lo borda. Es un papel complicado del que sale más que airoso cuando hubiera resultado muy fácil caer en la parodia no buscada. Una pena la versión doblada. Aquí chirría tanto como en My Fair Lady, que también iba de acentos y dicciones.

Lo malo de El discurso del rey es que, de lo bonita que es, resulta anodina.

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