lunes, 14 de febrero de 2011

Disney se desenreda

El título de Enredados (Tangled) no era un buen augurio. Los últimos estrenos animados de Disney no habían convencido o, peor aún, se habían visto totalmente eclipsados por las obras maestras que Pixar estrena. Al final, Mickey lanzó una OPA a Buzz Lightyear, John Lasseter se puso al frente de la división de animación y, como primera medida que lanzaba un claro mensaje de cambio de rumbo o, mejor dicho, una vuelta a las raíces, se dio luz verde a la producción en 2D con animación "tradicional"de Tiara y el sapo (The Frog Princess) con canciones de Randy Newman (colaborador habitual de Pixar). No estaba mal pero era demasiado sudista. Mucho manglar y vudú. Si a la primera no aciertas de pleno empiezan los problemas, más aún si Up y Toy Story 3 son dos megaéxitos incontestables a todos los niveles. Segundo intento. Esta vez hay que dar en el clavo. Sí o sí. ¿Qué hacer? Pues lo que los entonces jóvenes ejecutivos encabezados por Jeffrey Katzenberg hicieron a mediados de los 80 (cuando Disney estrenaba Taron y el caldero mágico u Oliver y su pandilla): sangre fresca en los guiones y un retorno a las adaptaciones de cuentos clásicos aderezados con pegadizas (y también ñoñas) canciones. Primero La sirenita, luego La bella y la bestia, Aladdin o El rey león (esta con guión original no literario). Con sus altibajos, esta época se cerró con un culmen artístico que no taquillero (El jorobado de Notre Dame) y otro taquillero que no artístico (Tarzán). A pesar de títulos notables como Hermano OsoAtlantis o Bolt hubo planetas del tesoro, pequeños pollos o robinsones que tenían que competir con edades de hielo u ogros verdes, además de con los títulos made in Pixar. Lo dicho, tocaba volver a lo que saben hacer como nadie: El cuento de hadas clásico. Eligieron Rapunzel de los hermanos Grimm y, para las canciones y la música, de nuevo llamaron al olvidado Alan Menken. Además, pusieron al frente del proyecto a Glen Keane, veterano animador de época dorada de los 90 y a Dean Wellins. Amantes del mestizaje, intentaron aunar lo mejor de la animación tradicional y la creada en un ordenador en un estilo visual muy actual pero con el feeling de los clásicos de siempre. No era tarea fácil. Digan lo que digan, las recaudaciones de Tiara y el sapo pusieron histéricos a los ejecutivos que veían peligrar su poltrona en el consejo al saber que lo siguiente que se estaba cociendo era otra historia de princesas con canciones por lo que, seguro, mandaron cambios en la historia y retocar los números musicales. Seguramente esto provocó la salida de los directores y su sustitución por Nathan Greno y Byron Howard. Por si esto fuera poco, los costes se empezaban a disparar, algo lógico si se cambian muchas cosas con la producción bien avanzada, siendo esta en 3D.


No sé lo que hubiera salido del primer proyecto pero lo que he visto me ha encantado. Las tres dimensiones funcionan a las mil maravillas, la película derrocha color, luz y buen ritmo. Los personajes están bien definidos, especialmente algunos secundarios, lo que redunda en el resultado final. Escenas memorables como la de los farolillos, la espectacular recreación de la ciudad del castillo o las persecuciones a lo largo de la película hacen de Rapunzel, quiero decir Enredados (título que demuestra los nervios e inseguridades), un excelente entretenimiento que vuelve a colocar a Disney en los niveles artístico y técnico que merece. A lo tonto a lo tonto ya han llegado a las 50 películas. Ahora sí, de nuevo, esperaremos con ansias la siguiente.

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