viernes, 20 de enero de 2012

Fría perfección

Aviso. No he leído ninguna de las novelas de la trilogía Millennium escrita por el fallecido Stieg Larsson, ni tampoco he querido ver sus adaptaciones para televisión (aunque se estrenaran en cines) made in Sweden. Las razones son varias, pero una de las fundamentales fue el saber que David Fincher iba a rodar el remake de la primera novela: Los hombres que no amaban a las mujeres.

Fincher es un cineasta atípico, aunque tiene que demostrar mayor versatilidad. Ya lo intentó con excelentes resultados en El curioso caso de Benjamin Button (2008), o en la interesantísima La red social (2010) pero se ve a la legua que se encuentra como pez en el agua en el thriller, o en el cine negro, entendido éste como película donde predomina la noche. Os propongo un juego. Pensad en algún plano o secuencia de su filmografía. Seguro que es oscuro, lúgubre, sórdido. En algún lugar oculto de Fincher, existe un rechazo visceral a la claridad o al color. Una imagen de Fincher es lo opuesto a un cuadro de Sorolla, por citar un artista particularmente luminoso.

Los magníficos y petrolíferos créditos, muy Bond en El mundo no es suficiente, sirven como negro preámbulo a la introducción de personajes, que se mueven en lugares lluviosos, fríos y apagados de Suecia, lugar donde se desarrolla la novela. Sabia decisión la de no cambiar la ubicación de la acción. La duración de los días en ese país y sus eternos atardeceres forzosamente tienen que marcar el biorritmo de sus gentes o, en este caso concreto, las retorcidas personalidades de la familia protagonista, los Vanger.

Daniel Craig es Mikael Blonkvist, un periodista en horas bajas tras perder un juicio en el que se le acusaba de difamación en un artículo de la revista Millennium. El barco se mantiene a flote gracias a la confianza en él de la directora, interpretada por nuestra añorada princesa prometida Robin Wright. Blonkvist recibe un encargo del patriarca de los Vanger (Christopher Plummer): investigar qué ocurrió con un familiar desaparecido hace 40 años a cambio de un salario considerable y de información vital para recuperar su prestigio profesional perdido. No estará solo en sus pesquisas. Le acompaña Lisbeth Salander (Rooney Mara), una joven hacker medio gótica medio punki, soberbia, con serios problemas de adaptación, un tutor legal al que le acaba de dar un chungo y un despreciable agente social.

La trama fluye bien, gracias al virtuosismo técnico de Fincher, quien está consiguiendo controlar su interminable imaginación para encuadres imposibles y, paulatinamente, se está transformando en un cineasta totalmente al servicio de la historia, escrita con trazo fino por un experto en guiones complicados como Steven Zaillian (La lista de Schindler, Gangs Of New York, Misión Imposible)

No obstante, a pesar de todo esto, la inteligente música de Reznor/Ross, un acertado reparto con el destacable esfuerzo de Rooney Mara para meterse (con éxito) en la piel de un personaje tan goloso pero tan difícil como Lisbeth Salander (no he visto a Noomi Rapace), el resultado final te deja frío, no trasciende de la misma manera que Seven o Zodiac, a pesar de visitar lugares comunes. Es lo que pasa cuando sacas Matrícula de Honor en Thriller. Se espera que repitas nota cuando la asignatura es la misma. Sin llegar al 10, se queda en un 8,5.

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