jueves, 30 de septiembre de 2010

El vividor y el artista

Siempre es una pena que se marche de este mundo alguien que te ha aportado algo, directa o indirectamente. Tony Curtis siempre me ha caído simpático. Es el tipo de personaje en cuya piel me hubiera gustado meterme durante una temporada. Bien es cierto que su carrera había dejado de ser interesante hace décadas. No supo adaptar su declive físico, también llamado madurez, a papeles alejados de su etiqueta de galán. En el fondo, hasta el final siguió los pasos de su admirado Cary Grant. Múltiples divorcios y retiro de las grandes producciones cuando rondaba los 60. Lástima que los últimos proyectos en los que se involucró no estaban, ni de lejos, a su altura. Personalmente, además de con las recordadas "Con faldas y a lo loco" o "Espartaco" no me quiero olvidar de "El estrangulador de Boston", "Operación Pacífico", donde compartió cartel con Cary Grant, "Trapecio", "Los vikingos" y la simpática serie "Los persuasores" junto a Roger Moore.

Arthur Penn estaba hecho de una pasta especial. Tuve la ocasión de entrevistarle en San Sebastián hace seis años. Recuerdo la vehemencia con la que Bob Rafelson defendía la obra de Penn, más allá de la justamente aclamada "Bonnie & Clyde". Le pude agradecer en persona el haber sacado lo mejor de Gene Hackman en "Target" o "La noche se mueve". Tuvo los santos cojones de hacer un western a contracorriente como "Missouri Breaks" con esos dos animales cinematográficos que son Jack Nicholson y el añorado Brando. Nunca alcanzó la celebridad de otros cineastas de su época pero, quizás, haya sido una de las mayores influencias de la generación de directores que despuntaron a finales de los 70. Hasta siempre.

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