martes, 8 de mayo de 2012

Y el cómic se hizo carne (y hueso)

Cada uno de nosotros tenemos una decena, por dar una cifra, de momentos imborrables vividos en una sala de cine. No necesariamente todos relacionados con la película que se proyectaba.

En mi caso, recuerdo como si fuera ayer un fin de semana de febrero de 1978. En el imponente patio de butacas del mítico y tristemente desaparecido Astoria de Bilbao no cabía un alfiler. Tenía 7 años cuando vi Superman. Tanto los créditos como la música de John Williams supusieron una especie de catarsis, un matrimonio sin bodorrio pero hasta que la muerte nos separe entre un crío y una forma de entender el arte. Estoy seguro de que a millones imberbes del mundo les ocurrirá lo mismo cuando vean Los Vengadores (The Avengers). Gracias a esta película, muchos se interesarán por Stan Lee, pero también en Moebius, Hugo Pratt, Hergé, Alan Moore. Incluso John Ford. ¿Por qué no?.



Con una estrategia clara y definida, los gestores del patrimonio artístico ideado por Lee, Ditko, y todas las mentes creadoras que han enriquecido el universo Marvel han ganado la batalla. Aquí, la amenaza no era Loki, sino la apatía, la piratería, el abandono de esa maravillosa costumbre de acudir con tus colegas, tu pareja o tus padres a un cine a pasar un buen rato, a dejarte llevar. En definitiva, a dar rienda suelta a eso que se llama fantasía.

Desde que decidieron convertirse en productora cinematográfica, aunque posteriormente fueron adquiridos por Disney, los que mandan en Marvel han ido estrenando a lo largo de los años diferentes títulos protagonizados por parte de sus estrellas (Iron Man, Hulk, Thor o Capitán América), con mayor o menor tino pero con un denominador común: la referencia, ya sea en cameos o escenas post créditos, a Los Vengadores. De forma inconsciente, se ha ido sembrando en el público que todo lo que te ha gustado de las anteriores lo encontrarás en una sola película. Así es.

Joss Whedon, como en su día Richard Donner, se ha ganado a pulso un hueco en el rarito pero noble corazón geek y en el de todos aquellos que hemos tenido una relación intermitente con los superhéroes. La tarea era complicadísima. Distribuir a un significativo número de personajes, cada uno con su importancia, sus seguidores, su estrella que lo interpreta (ego incluido) y darles un peso específico sin sacrificar al conjunto, a la historia. Todos tenían que tener sus momentos, sus escenas, sus one-liners. Misión cumplida. Es más, aprovecha las carácterísticas de cada personaje para provocar las carcajadas del público. Precisamente, una de las mayores virtudes de esta película es que sabe reirse de sí misma.

El mundo se divide entre Coca Cola y Pepsi, Cola Cao y Nesquick, DC o Marvel. Lo conseguido por Christopher Nolan con la excelsa El caballero oscuro (DC) podía haber obligado a los productores de la competencia (Marvel) a subirse al carro ganador, perdiendo su esencia por el camino. De hecho, es lo que le ocurrió a Sam Raimi con Spiderman 3 y decidieron (sabiamente) cortar por lo sano.

No ha sido así. Los Vengadores aprovecha al máximo las infinitas posibilidades que dan las nuevas tecnologías para fusionar de la mejor manera posible, sin complejos, el universo marveliano con el cine alcanzando el clímax en un plano secuencia (artificial) con todos los superhéroes luchando simultáneamente para salvar (por enésima vez) la ciudad de Nueva York y, de paso, al mundo entero. Lo malo, por decir algo, es que el listón ahora ha quedado muy alto.

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