viernes, 26 de noviembre de 2010

El principio del fin

Antes de hablar de la primera parte de las dos en las que se ha dividido Harry Potter y las reliquias de la muerte (Harry Potter and the Deathly Hallows) algunas consideraciones importantes.

Primera: pude verla en versión original subtitulada en una de las salas más populares de Lyón (Francia),
Segunda: había la posibilidad de elegir entre doblada al francés o VOS.
Tercera: era jueves y más de la mitad de la sala estaba llena. La media de edad sería 23 años.
Conclusión: A pesar de poder verla doblada, un porcentaje importante de jóvenes y jóvenas de la Francia prefieren hacerlo en versión original y, lo que es más significativo, van al cine los jueves. Igual que en España.

Sobre la penúltima de Harry Potter. Han pasado diez años desde La piedra filosofal y los productores, al igual que J.K Rowling, han sabido dar a los personajes la madurez no sólo a los personajes principales sino a las tramas, al estilo y al ritmo de las películas. David Yates, película tras película, ha ido acercando la serie al tono que impuso Alfonso Cuarón al magnífico (y mejor) tercer episodio: El prisionero de Azkabán. Parte del mérito aquí corresponde también al director de fotografía portugués Eduardo Serra, que ha aproximado aún más la paleta de colores al blanco y negro.
A sabiendas de que todos los potenciales espectadores, que hayan leído o no el libro, quieren ver el combate final entre Potter y Voldemort, se han permitido aquí el lujo de una pausada road movie, alejada de Hogwarts, de las aulas y de la protección de los maestros en la que el trío protagonista pone a prueba sus relaciones personales en una odisea personal en busca de su Santo Grial, los Horocruxes que, una vez destruídos, acabarían con las fuerzas del mal para siempre.


Las necesarias escenas de acción para recordarnos que los esbirros de Voldemort pisan los talones de Harry, Ron y Hermione no ocultan que la primera parte de Las reliquias de la muerte es una buena película de personajes con envoltorio de superproducción. Lo que ocurre es que uno de ellos se llama Harry Potter, y eso, seguramente, condicionará la forma en la que muchos (adultos sobre todo) la analizarán. Buena prueba de lo que intento argumentar es el uso de la música de Alexandre Desplat. Pudiendo lucirse y sacar provecho de los temas creados por John Williams o Patrick Doyle, Desplat opta por melodías de trazo muy fino que en ningún momento, salvo en un par de pequeñas secuencias, quiere sobresalir. Mención aparte merece la recreación visual del llamado Cuento de los Tres Hermanos, historia que da origen a las reliquias de la muerte a las que hace referencia el título. Soberbia.

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