viernes, 23 de septiembre de 2011

Deber o no deber

Con la que está cayendo, día sí, día también, hay que tenerlos muy bien puestos para pagar por ver una película que se titule La deuda (The Debt). Más aún estrenarla. Solo el título te echa para atrás y es una de las pocas cosas en las que se fija el que decide ir al cine y ojea la cartelera.



Bien es cierto que es la traducción literal del título original. Cosas peores se han hecho. Dicho esto, estamos ante un eficaz thriller de espías que cumple con el objetivo de mantener tu atención. Que no es poco.

John Madden, el director de Shakespeare In Love, ha tomado como referencia una película israelí de 2007 con el mismo título. Por lo tanto, hablamos de un remake cuyo original no he visto. A pesar de ello, no me extraña el origen geográfico de la idea al ver el tratamiento que se hace a Israel, su gente y, más concretamente, sus prestigioso servicio secreto.

La historia se desarrolla, utilizando flashbacks y flash-forwards, entre 1966 y en 1997. Tres agentes del mossad, dos hombres y una mujer, son destinados a una misión en el Berlín Oriental para capturar y llevar ante la justicia a Dieter Vogel, también conocido como "el cirujano de Birkenau", un criminal nazi oculto en la entonces República Democrática Alemana, donde ejerce de ginecólogo, en una interpretación contenida e inquietante del danés Jesper Christensen. Lo que ocurre allí, el triángulo amoroso que se crea, y las consecuencias de la misión en sus vidas, es el eje sobre el que gira el guión, firmado por el tándem Matthew Vaughn  y Jane Goldman (X-Men:First Class y Kick-Ass).

A pesar de que, como ya he dicho, se deja ver, no es menos cierto que está a años luz de otros títulos en la misma línea como Munich, referente claro de la última década. El que a Helen Mirren, grandiosa actriz, le haya visto un par de veces ya haciendo de agente secreto (la otra fue en Red) empieza a resultar grotesco. De hecho, el final, que no voy a desvelar, es uno de los elementos de La deuda que lastra toda la película, por inverosímil como poco. Tampoco te acabas de creer que un agente del mossad pueda ser tan pardillo como el personaje interpretado por Sam Worthington (Avatar) en 1966 y por Ciarán Hinds (Roma, Camino a la perdición, Munich). Una cosa es ser reservado, emocionalmente retraído y otra cosa distinta es ser un membrillo.

Tanto la iconfundible música de Thomas Newman, el adecuado ritmo de la película impuesto por Madden, como las interpretaciones de un competente (en su conjunto) reparto hacen de La deuda una interesante propuesta. Lo que toda la vida se ha llamado entretenida.

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