jueves, 29 de septiembre de 2011

Lo mejorcito de Brooklyn

Suele pasar. Cuando una distribuidora pequeña se hace con los derechos de una película con cierto gancho, suelen meterla en el frigorífico hasta que encuentran un hueco, a su juicio el ideal, para estrenarla. Solo esa razón justifica que Los amos de Brooklyn (Brooklyn's Finest) llegue a los cines dos años después de su producción. En este caso, más vale tarde que nunca.

Vaya por delante que es una buena película. Sólo tiene un problema: The Wire. Esta Edad de Oro de la ficción catódica que gozosamente vivimos tiene sus daños colaterales. La necesidad de crear decenas de tramas y subtramas que mantengan el (muy alto) nivel de una serie durante varias temporadas, deja una perenne sensación de dejá vu en el espectador iniciado cada vez que se enfrenta a un nuevo thriller policiaco.

A pesar de todo esto, Antoine Fuqua se mueve como pez en el agua en el género, como bien demostró en Día de entrenamiento (Training Day). Reincide en el ambiente irrespirable de las comisarías, y en las miserias de la policía de Nueva York, a través de varios agentes con vidas paralelas que confluyen en la magnífica secuencia final. Aquí no hay espacio para el Manhattan de Woody Allen. En este Brooklyn solo hay inseguridad, prostitución, drogas, bandas, balas y rap. A lo mejor por eso adoro esa ciudad. Me la han descrito tantas veces, desde tantas ópticas distintas, que tengo la impresión que la conozco mejor que el lugar donde vivo. Una sensación que se acrecienta cuando estás allí.

Fuqua se ha rodeado de un reparto compacto y más que competente. Siempre es de agradecer que den papeles a buenos intérpretes que, por encasillamiento en otros roles o porque su madurez les ha apartado de Hollywood, les has perdido el rastro como Wesley Snipes, Ellen Barkin o Will Patton. Richard Gere se acuerda de que puede ser actor cuando se viste de policía, aunque aquí nos dé otro perfil diferente al de Asuntos sucios (Internal Affairs, 1990), buena película que abordaba temas similares. Don Cheadle da el pego y Ethan Hawke resulta muy creíble en su papel de tipo agobiado por sus circunstancias. Otra cosa es que debería comer un poco más. Tiene muy mala cara el hombre. Desde que no está con Uma parece un alma en pena.

Los amos de Brooklyn funciona en su dibujo de personajes con trazo fino, todos perdedores a su manera, en su ritmo y estructura, en su final nada complaciente y en su concepción cinematográfica. Los encuadres, el (seguro intencionado) grano de la imagen, la tenue iluminación y un montaje brillante.

Otra cosa es su nula capacidad de sorprender. Una pena pero así están las cosas.

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