viernes, 27 de agosto de 2010

Macarras a todo ritmo

Lo reconozco. Me moría de ganas de ver "Los mercenarios", desafortunada traducción del original "Los prescindibles" (The Expendables). Muchas horas delante del televisor o en pantallas de cine consumiendo cine de acción de finales de los 80 y buena parte de los 90. Unos años que dejaron clásicos que, curiosamente, se están revisitando apenas veinte años después. Me vienen a la cabeza las dos primeras partes de "Jungla de cristal" (Die Hard), "Máximo Riesgo"(Cliffhanger), "Terminator I y II","Depredador" (Predator) o "Speed". Hay otras, pero no me dejaron el mismo poso.

Irwin Winkler me dijo una vez que, en su momento, él vio talento en Stallone y por eso produjo Rocky. Ese talento sigue ahí. La última secuela de las andanzas del púgil de Filadelfia es una dignísima película, superior a buena parte de lo que se estrena cada viernes en la cartelera. "John Rambo" no tenía la misma calidad pero ofrecía acción de verdad y no reblandecida, como en los blockbuster de ahora, que la edulcoran para evitar la calificación "R". Al fin y al cabo, hablaba de la guerra y en ésta hay sangre. Mucha sangre. Rambo también la tenía (digital). De hecho le acusaron de abusar de ella.

Mérito el de Sly. Soy de los que defiende lo que él ha hecho con las últimas entregas de "Rocky" y "Rambo". Recordemos que las risas se oían hasta en la Antártida cuando él anunció que retomaba ambos personajes, iconos de la era Reagan y de una America que se parece mucho a la que ha dejado Bush jr. No sólo encontró financiación sino que los resultados en la taquilla, mejores de lo esperado, demostraron que el público no le había dado la espalda del todo a Stallone tras una década en proyectos (Get Carter) que parecían dejarle abocado al ostracismo o a cameos autoparódicos.

En plena fiebre reivindicativa de los 80 (los actuales ejecutivos de Hollywood crecieron viendo esas películas), uno de sus mayores exponentes, Sylvester Stallone, ha rodado lo que todos hubiéramos querido ver en nuestra juventud provistos de medio kilo de palomitas: una de tiros, hostias y explosiones protagonizadas por los primeros espadas de la gran pantalla.

"Los mercenarios" une una generación de forzudos inexpresivos con la siguiente, para que los productores no se pongan nerviosos de cara a la taquilla. Así, Dolph Lundgren, Mickey Rourke, Jet Li o Bruce Willis, están acompañados por Jason Statham y otros rostros más conocidos entre la sobre-hormonada juventud, que es la que llena las salas.

Como ya ocurriera antes, el argumento es lo de menos. Aquí, un equipo de mercenarios son contratados por un enigmático Sr. Iglesia (Bruce Willis) para derrocar a un gobierno de una ficticia isla latinoamericana a medio camino entre Cuba y Venezuela. Y allí se van, vuelan esto, lo otro, disparan a diestro y siniestro y, faltaría más, pelean con uñas, dientes y cuchillos de hojas kilométricas. Todo con la colaboración de la hija del dictador que, faltaría más, tiene un cuerpo de escándalo.

A pesar de estos mimbres, el cesto queda mal entrelazado. "Los mercenarios" me dejó un sabor más cercano a las casposas producciones de la felizmente desaparecida Canon (Golan-Globus) que a "Máximo Riesgo". Ahora bien, no me arrepentí de ir. Chapeau a Stallone por dejarse la piel y la salud en el intento, por haber sido capaz de darnos una taza de Nescafé con envoltorio Nespresso. El grano en la película, la selección musical, los diálogos risibles  o las coreografías de las peleas destilan el sabor añejo que se busca, pero el conjunto no convence.

Eso sí, nos guste o no, "Los mercenarios" pasará a los anales de blogs, foros o bibliotecas virtuales, como la película que unió en una (breve) escena a los dueños del Planeta Hollywood: Rambo, Terminator y John McClane. Casi nada. Una pena. Esa escena la quería yo hace veinte años. Ahora es graciosa, histórica, pero no es lo mismo, ni somos los mismos, ni el mundo es el mismo. Pero no queda ahí el reencuentro de estrellas. También se ha dado en el doblaje: Ricardo Solans (un tanto exagerado y más cercano a la imitación de Buenafuente que a él mismo), Constantino Romero y Ramón Langa. Lo mejor de la película.

martes, 3 de agosto de 2010

Pasar página

Advierto antes que nada de que esta entrada contiene spoilers de Toy Story 3. Quedas advertido/a. Al grano. Cada película de Pixar es digna de una tesis doctoral. No es ni justo ni acertado comentar "Buscando a Nemo" o "Up" sin antes darle un par de vueltas a todas las cosas que nos han intentado contar. Que son muchas menos que las que ellos han dado hasta dar con la historia que les satisfacía.

Creo, sinceramente, que en esta ocasión la elaboración del guión ha sido una terapia colectiva. Desde John Lasseter al director, Lee Unkrich, se han desnudado emocionalmente para trasladar a Woody, Buzz y compañía sus mayores traumas personales. No nos engañemos. Detrás del lujoso envoltorio de la magistral película, primorosamente realizada, con un ritmo cercano a un sprint de Bolt y llena de gags memorables y homenajes (el más claro a "La gran evasión") está una historia que habla, principalmente, de dos cosas: lo que hacemos con nuestros mayores cuando ya "no sirven" y, fundamentalmente, de pasar página, madurar, dejar atrás definitivamente la infancia, pasar el testigo a las nuevas generaciones más jóvenes y vivir plenamente como un adulto. Casi nada para una película de "dibujos animados". El primero de los temas ya se abordó, de otra manera, en "Up" pero el segundo es nuevo. Como si quisieran ellos mismos dejar en el desván aquello con lo que "jugaban" cuando eran unos principiantes y seguir abordando otras historias. Ahora han crecido, han perfeccionado la técnica hasta el extremo de que la crítica más sesuda se rinde a esa enorme y aparentemente inagotable fuente de (buenas) ideas que es Pixar.

Todos hemos tenido nuestro Woody, o más de uno. Yo no me he deshecho de ellos ni se los he regalado a otro niño. Andy sí, en uno de los momentos más emocionantes que yo recuerde en muchos años. Quizás sea hora de pensárselo. Gracias, una y mil veces, Pixar.

lunes, 2 de agosto de 2010

Más noche que día

No suele funcionar. Cuando se intenta por todos los medios ofertar al espectador lo que en teoría quiere ver sueles acabar mal. O no todo lo bien que esperabas.
Tom Cruise se lo curra. Eso es innegable. Las películas en las que él es cabecera de cartel suelen tener una factura impecable, pero no acaban de encajar. En "Noche y Día" lo ha dado todo físicamente, hay abundancia de medios, localizaciones muy visuales pero, al final, ni fu ni fa. El guión, que no se molesta en atar casi ningún cabo, abusa del recurso barato del somnífero para cambiarnos de ubicación, los personajes son tan estereotipados que hacen gracia, sin querer. El planteamiento de persona en el lugar equivocado a la hora equivocada (en este caso Cameron Diaz) ya lo hemos visto antes. Pero lo peor es que, a pesar de pasar un rato entretenido, no te tomas en serio la película en ningún momento. Tampoco lo pretende, pero al tener muchos elementos de comedia, la trama no engancha. Está a medio camino de "Charada" y las películas de Bourne. Mala combinación.

Si a eso añadimos que, al llegar a la parte rodada en Sevilla, una banda toca lo del "uno de enero, dos febrero...", hay gigantes y cabezudos, la gente vestida de blanco y pañuelo rojo...bueno, es un paso. Por lo menos se ha acercado a España. El bueno de Tom debe tener una fijación con Sevilla. En MI3 coincidían en la capital andaluza la Semana Santa y las fallas. Con un par. Además se rodó en Australia. A decir verdad, esto último a la mayoría del público internacional les trae al pairo, pero ni con esas. 

Sales del cine preguntándote si, definitivamente, a Tom Cruise se le recordará más por sus papeles secundarios. Yo, desde luego, me quedo con sus intervenciones en "Magnolia" y "Tropic Thunder". De Cameron Diaz....sí, es mona, simpática, pero anodina. Hasta el compositor John Powell, en vista del material, ha sacado su score de "Sr. y Sra. Smith", le ha añadido unas guitarras españolas y ¡ala! otra más.

La primera vez

Me siento bien. Muy bien, diría yo. Y seguramente, a más de uno esto le escueza. Los (y las) hay incapaces de alegrarse del bien ajeno, encerrados en su mediocridad, en su insatisfacción permanente. Si eres una de esas personas, también te doy la bienvenida. Que conste.


La razón de mi bienestar es simple. Es la primera vez que escribo en un blog personal. Tras darle vueltas al asunto, por fin me he animado a tener uno. Ningún mérito, ya lo sé, pero experimentar una primera vez siempre tiene su aquel, aunque, al final, esto es como el sexo. No es para tanto.


Aquí principalmente hablaré de cine, de todo tipo de cine. No me las doy de alternativo cultureta que sólo comenta la última del más aclamado director de Guinea. Para nada. 


Sobre el título del blog. Según Wikipedia, el crono es una pieza del proyector cinematográfico cuya "misión es la de conseguir el movimiento de la película de modo que cada fotograma permanezca fijo en la ventana de proyección un determinado tiempo (centésimas de segundo), antes de ser sustituido por el siguiente fotograma. En el crono se encuentra también el obturador, que es el mecanismo que se encarga de interrumpir el haz de luz sobre la ventana de proyección en el tránsito de un fotograma a otro".


Recuerdo con especial cariño la cabina de proyección de unas salas desaparecidas de mi ciudad. Tenían THX y todo. En su día, Joserra, el encargado de los cines, me explicó la piecita en cuestión. 


Bienvenid@s tod@s