martes, 29 de marzo de 2011

Terence Blanchard es el compositor de Red Tails

No hablaría de esto si no fuera por el secretismo (mosqueo más bien) que rodea a Red Tails, la producción de George Lucas sobre los soldados Tuskegee (negros para más señas) de la que hablé en una entrada anterior. Uno de los flecos pendientes es saber, a estas alturas, quién está detrás de la banda sonora de la película dirigida, dicen, por Anthony Hemingway.

El prestigioso trompetista y compositor Terence Blanchard, muy asociado a la filmografía de Spike Lee, puede ser el elegido.La noticia se publicó en una web de jazz dentro de una crónica en la que se hablada del nombramiento de Blanchard como director artístico del Instituto Henry Mancini. A falta de confirmación oficial de Lucasfilm, ahí queda eso. Primicia!!!

miércoles, 23 de marzo de 2011

Y la gata perdió su séptima vida

Era el paradigma de la estrella de Hollywood, digna heredera de las primeras habitantes de ese particular olimpo de diosas, vanidades,fortuna y gloria. A punto de cumplir los 80 años, se ha ido Elizabeth Taylor, Liz Taylor. A decir verdad, cinematográficamente, se había ido hace décadas. Fue el único aliciente para ir a ver ese bodriete de Los Picapiedra (The Flinstones), su última participación en la gran pantalla. Aquí, la mayoría se perdió su histórica colaboración en Los Simpson. La primera palabra que pronunció Maggie la balbuceó la gran Liz.Este pequeño detalle da una idea del tamaño de su estrella.

Recuerdo el glamour y la clase que su nombre daba a los interminables créditos de Norte y Sur (1985) pero, of course, sus grandes papeles le llegaron mucho antes, desde que era una cría.preciosa en las películas de Lassie o Fuego de juventud (National Velvet,1944), el origen de su mala salud de hierro. Más grave fue su traqueotomía de urgencia durante la pesadilla de rodaje de Cleopatra. Al menos, se embolsó la cifra record de la época de un millón de dólares y se ligó al protagonista. Visto el resultado, a lo mejor no salió tan bien la jugada. Es cierto que Richard Burton y Liz formaron una pareja equivalente a Pitt y Jolie, pero sin Internet, lo que multiplicaba el morbo y los cuchicheos. Al parecer, su amor era como el de las grandes películas, apasionado y a prueba de fuego. Un ni contigo ni sin ti que compartimos en esa obra maestra llamada ¿Quién teme a Virginia Woolf ?(Who's Afraid of Virginia Woolf?, 1966).Burton consiguió que Liz se aficionara aún más a la botella. Unos excesos que se veían en películas como El espejo roto (The Mirror Crack'd,1980) donde daba vida, junto a su amigo Rock Hudson, a una gran dama de la escena venida a menos, prácticamente una autobiografía.

Es una verdadera lástima que las nuevas generaciones la recuerden en silla de ruedas y dando que hablar por sus problemas de salud o sus amoríos, y es que Liz ha tenido un corazón tocado pero muy activo. Probablemente, hoy habrá dos mujeres que no sientan su muerte: Debbie Reynolds y su hija, Carrie Fisher, cuyas adicciones tienen origen, según ella, en el día que su padre, Eddie Fisher, les abandonó para refugiarse en los brazos de Liz Taylor.

Hay que decir a su favor que siempre se ha portado como ese hombro en el que lloraban los grandes atormentados de Hollywood, desde James Dean hasta Michael Jackson, pasando por Montgomery Clift.

Bella como pocas, capaz de expresar con sus ojos violetas candidez, pasión, rabia, displicencia o debilidad, Elizabeth Taylor siempre será la gata sobre el tejado de zinc, una gigante, una mujer marcada, indomable desde la más tierna infancia, cuando solo era una mujercita. Ya solo nos quedas tú, Lauren Bacall.

miércoles, 2 de marzo de 2011

No es un peliculón

Pero podía haberlo sido. Sin duda, Encontrarás dragones (There Be Dragons) es una producción osada en los tiempos que corren. Hablar del fundador del Opus Dei con la Guerra Civil como telón de fondo es, cuanto menos, un desafío nada fácil. He tenido la ocasión de ver la película en un pase privado, introducido por uno de los productores, Ignacio Núñez, que habló de parte de las gestiones que hubo que hacer para reunir 35 millones de dólares. Ahora toca recuperar la inversión y seguramente será así, holgadamente, aunque solo sea por el morbo que despierta el Opus Dei en nuestra sociedad y, más aún, la controvertida figura de su fundador, San Josemaría Escrivá.


Nuñez apuntó un detalle que es fundamental a la hora de analizar la película de Roland Joffé (La misión, Los gritos del silencio, Vatel, La ciudad de la alegría). De un montaje inicial de dos horas y cuarenta minutos se pasó al definitivo de una hora cincuenta minutos. Eso significa que muchos detalles, subtramas y desarrollo de las líneas argumentales principales se han quedado en la sala de montaje. Se nota, y mucho. Aunque, temáticamente, es opuesta a Ágora, peca de lo mismo. Quiere contar demasiadas cosas y, al final, todo queda esbozado. Puedo equivocarme pero, sinceramente, creo que la intención era la de recrear la primera etapa de la vida de San Josemaría y, debido a lo espinoso y poco comercial del tema, había que aderezarlo con otras tramas paralelas. De esta forma, tenemos la muerte de Escrivá de Balaguer como primera secuencia para, luego, pasar a Robert, un escritor (Dougray Scott) al que encargan un libro sobre el fundador del Opus Dei. En su investigación recuerda que su padre y Escrivá eran amigos en la infancia. Un problema se interpone. No se habla con él desde hace años. A partir de ahí retrocedemos a los primeros años de Josemaría y su amigo Manolo, el servicio militar de ambos y cómo sus caminos se separan cuando el primero opta por la religión y el segundo por saciar su sed de venganza (culpa a los sindicatos de la muerte de su padre) ejerciendo labores de espía fascista en el bando republicano. Tenemos, por lo tanto, tres líneas argumentales abiertas. Josemaría Escrivá (Charlie Cox) y sus primeros pasos como sacerdote, su vida en familia, el origen de la idea del Opus Dei y su huida de España para evitar ser asesinado por las milicias republicanas, su amigo Manolo (Wes Bentley) y cómo se enamora de una miliciana húngara, Ildiko (Olga Kurylenko), que a quien admira es a Oriol (Rodrigo Santoro), estableciéndose un triángulo amoroso de trágicas consecuencias. Las tres líneas fluyen paralelas pero no acaban de confluir bien. Por si fuera poco, el notable esfuerzo de producción se ve lastrado por una puesta en escena desfasada.  Spielberg dio una lección maestra de cómo rodar escenas bélicas tanto en Salvar al soldado Ryan (Saving Private Ryan) como también en sus producciones Hermanos de Sangre (Band Of Brothers) y The Pacific.
La guerra en Encontrarás dragrones, se ha coreografiado como se hubiera hecho hace treinta años. El espectador del siglo XXI exige mucho más.

Por si fuera poco, un detalle que pasará desapercibido para los que la vean en versión doblada. El que todos los personajes de la película, que son españoles, hablen en inglés, incluidos Jordi Mollá, Unax Ugalde o Ana Torrent, me produjo una sensación muy extraña a lo largo de todo el pase.

Desgraciadamente, Roland Joffé no ha sabido crecer como cineasta acorde a los tiempos. La historia merecía  otra visualización, otro pulso narrativo. El de Joffé se estancó en los 80.

martes, 1 de marzo de 2011

Tiembla Marilyn, ahí te va Jane Russell

Desbordaba sexualidad. Se podía adivinar que era hija de militar y que creció rodeada de cuatro hermanos en la América de posguerra. Jane Russell era una de esas mujeres a las que la mayoría no se atrevería ni a darle fuego. por si acaso. Ha muerto a pocos meses de cumplir 90 años. Tal era su voluptuosidad y su personalidad arrolladora que, con solo dos películas y ninguna especialmente buena, estamos hablando sobre ella 60 años después de su estreno. Las dos en cuestión son El forajido (The Outlaw, 1943), donde lucía demasiado sexy para la época, y Los caballeros las prefieren rubias (Gentlemen Prefer Blondes,1953). Inolvidable su papel de Dorothy Shaw, que le permitía mostrar su vis cómica, aunque, para qué nos vamos a engañar, la trascendencia de esta película no sería la misma si su compañera de cartel no hubiese sido Marilyn Monroe, el mayor icono sexual de la historia del cine. Buena prueba de ello es que el resto de su filmografía es tan olvidable como desconocida. A Hollywood solo le importaba su físico. Su descubridor, el pirado Howard Hughes dijo que "hay dos buenas razones para que los hombres vayan a verla. Con esas basta". No hablaba de las manos, claro está. Quizás, el que no valiera para papeles de cuerpazo con inteligencia limitada, o de femme fatal le cerró varias puertas. Al menos en el cine, ellos las prefirieron rubias.