miércoles, 28 de noviembre de 2012

Ben y sus argonautas

Todos, en mayor o menor medida, tenemos en nuestra materia gris un backup de vivencias y experiencias en forma de miles de imágenes de nitidez variable, captadas desde el protector refugio uterino hasta este mismo momento. Algunas son tamaño carnet, otras de dimensiones descomunales, muchas de ellas incompletas.

Entre las que conservo con mayor claridad de mi infancia, desarrollada en buena parte bajo baños de rayos catódicos, están las de un grupo de encolerizados energúmenos (y energúmenas) en lo que luego supe eran los exteriores de la embajada de Estados Unidos en Teherán. Mis padres no supieron explicarme bien qué pasaba pero, recuerdo como si fuera ayer, el rostro de Jomeini me daba mucho yuyu. Hasta que vi en un cine a Darth Vader poco tiempo después, para mí Jomeini era la personificación del Mal. Ni Lucifer ni mi encargado de curso: Jomeini, tío chungo donde los haya.


Probablemente, The Town: ciudad de ladrones, la anterior película dirigida por Ben Affleck, es una de las mayores sorpresas que me he llevado en el cine recientemente. Por esto, y por lo que os he contado al principio, mis expectativas a la hora de sentarme a ver Argo eran, cuanto menos, altas.

La verdad es que, incluso dejando de lado el argumento central, la película merece mucho la pena. Estamos ante un exquisito, minucioso y sentido repaso al backup setentero personal de Affleck y el guionista Chris Terrio. En cualquier detalle, ya sea la decoración de una habitación infantil (a la que se saca provecho en un epílogo que me produjo un éxtasis teresiano), fragmentos de informativos televisivos, elección de canciones, planos detalle de objetos, maquinaria, tecnología, vestuario. No hablamos de una correcta labor del diseño de producción. Aquí se ha querido ir más allá. Se ha pretendido, con éxito incontestable, pulsar las teclas de la nostalgia bien entendida. Solo así se explican las referencias a El planeta de los simios, Star Wars, Dire Straits o al periodista David Frost.

A esto hay que añadir la historia , basada en hechos reales, del rescate a cargo de la CIA de los funcionarios de la embajada norteamericana ocultos en la casa del embajador de Canadá y que se hicieron pasar por miembros de un equipo de rodaje en lo que se llamó la crisis de los rehenes, ocurrida durante la revolución islamista que derrocó al Sha, enfermo terminal, en 1979, cuando Jimmy Carter estaba a punto de abandonar la Casa Blanca.

Con un políticamente incorrecto prólogo, en el que se pone claramente en evidencia a la administración norteamericana por prestar apoyo al régimen de Mohammad Reza, Argo, con varias licencias dramáticas, no es sino un panegírico a agentes de CIA como Tony Mendez y su oculta labor en la resolución de entuertos organizados a causa de acciones previas de la propia agencia. 

Y Affleck lo hace bien. Francamente bien. Con un montaje primoroso y estética clonada de títulos referencia de la época firmados por Sidney Pollack o Alan J. Pakula. Su carrera como director, con tres notables títulos, nos deja la agradable sensación de que todavía tiene mucho y bueno que ofrecer.

Producida, entre otros, por George Clooney, Argo podría convertirse en una de esas películas recordadas no solo por sus mayores o menores virtudes cinematográficas, que siempre son discutibles, sino por estar dotada de ese "algo más" que transforma un título a priori del montón en un objeto de culto venerado por una legión de nuevos argonautas, entre los que me encuentro.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Bond se resetea

Se han dado varias circunstancias para que el estreno de Skyfall haya estado precedido de una expectación incluso mayor que en las 23 ocasiones anteriores. Por un lado, la crisis financiera de la Metro obligó a los gestores de la franquicia, Eon Productions, a aplazar más de un año el rodaje. Por otro, el 50 aniversario desde 007 contra el Dr. No (Dr. No) ha supuesto una campaña sin precedentes: lanzamiento de la colección completa en Blu ray, exposiciones o subastas. Por último, la aparición de Daniel Craig como Bond escoltando a Isabel II en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Londres, acontecimiento seguido por millones de personas de todo el mundo.



Pero crear expectación es un arma de doble filo. Baste recordar, sin ir más lejos, lo ocurrido con la anterior entrega, Quantum Of Solace (2008), decepcionante continuación del apasionante arco argumental abierto con tino por Martin Campbell en Casino Royale, una de las mejores de la saga.

En Skyfall, por primera vez, una película de 007 pasaba a manos de un autor, un cineasta con lenguaje propio con un Oscar en el curriculum, aspecto éste no relevante pero sí novedoso. Sam Mendes ha dado buenas muestras de que es capaz de sacar chispas a los repartos y alcanzar (casi) la perfección formal en títulos como la brutal American Beauty, la estéticamente impresionante Camino a la perdición (Road To Perdition) además de las estimables Jarheads o Revolutionary Road.

Pero si hay algo achacable al cine de Mendes es su frialdad. Aunque su filmografía desborda carga emocional, ésta no acaba de traspasar la pantalla, mantiene las distancias con el espectador, diluyendo el poso que deberían dejar las desgarradoras historias que nos había contado hasta ahora. Era previsible, por lo tanto, que con Sam Mendes en la dirección, James Bond afrontaría circunstancias personales trascendentales para el devenir del personaje. Todo ello sin perder de vista la esencia de lo que una película de 007 debe tener.

En un chat promocional, Mendes y Craig me respondieron a este respecto (el de cómo mantener la esencia de la saga) que "No creo que haya una respuesta sencilla, pero lleva muchísimo trabajo hacer algo que tiene un toque tradicional, que permanece, pero a la vez es moderno, buscando la originalidad. (Sam). En Skyfall intentamos mantener la esencia de Bond, pero de la manera menos obvia posible (Daniel).


Y, sin desvelar aspectos fundamentales de la historia, es hora de decir que misión cumplida. Skyfall no solo cierra magníficamente el camino emprendido en Casino Royale sino que coloca la barra a una altura difícilmente superable para el siguiente ocupante de la silla de director.

La balanza se inclina claramente hacia lo que funciona frente a lo que no. En el primer aspecto sobresale el guión de los habituales Neil Purvis, Robert Wade a los que hay que añadir a John Logan (Gladiator),que ya ha firmado por las dos siguientes, la bella, acertada, variada y espectacular fotografía del veterano Roger Deakins, sobresaliendo la secuencia que se desarrolla en un rascacielos de Shanghai, elegante, original, impresionante. La canción de Adele es, seguramente, de las más brillantes jamás compuestas para 007, acompañada de unos magistrales créditos que dan más pistas que nunca sobre el argumento. Una lástima que la correcta música de Thomas Newman no saque más provecho de ella en momentos clave. ¡Qué decir del reparto! Es difícil poder juntar a gente tan competente, cada uno en lo suyo. Dando por hecho que Judi Dench y Craig ya han hecho suyos sus respectivos personajes, consiguen dar forma a lo que hasta ahora era un esbozo. Inteligentemente, Javier Bardem ha sabido coger de aquí y de allí para dotar a su papel de villano de elementos distintivos con respecto a otros de la saga, sacando hasta la última gota de jugo a las contadas escenas en las que está en pantalla, de forma que Silva perdurará en el tiempo, ocupando la silla más cercana a la de Auric Goldfinger, Blofeld o Max Zorin (referente claro).

Skyfall cumple con el triple objetivo de entretener (a pesar de su metraje), dotar de una mayor tridimensionalidad a un personaje con 23 películas a la espalda y, lo que es mejor, dejándote con ganas de más gracias a un epílogo que hará las delicias de todos los que sentimos aprecio por James Bond que, afortunadamente, will return.




¿Una nueva esperanza? Cinco detalles sobre el acuerdo Disney Lucasfilm


Han pasado un par de semanas desde el pepino informativo: Disney adquiere Lucasfilm. Así, de golpe, sin filtraciones, ¡zas! en toda la boca y con Sandy pasándoselo chupi en Manhattan. ¡Toma perturbación en la Fuerza! A pesar de ello, la falla de San Andrés se mantuvo impasible.

Ya conoces las (obscenas) cifras del trueque, algunas reacciones e incluso las primeras confirmaciones oficiales de la segunda parte de la madre de todas las primicias: Habrá Episodio VII de Star Wars en 2015 (y nueva peli cada 2/3 años).

Antes de escribir esto necesitaba reposarlo. Mucho. Como tantos aquí y allí, más o menos frikis, parejas de frikis, iniciados o simplemente observadores distantes de las idas y venidas del universo galáctico, experimenté una sensación extraña al leer la noticia. No lo voy a negar, al principio me invadió una inédita mezcla de pena, rabia y excitación que pusieron de manifiesto lo que George Lucas y su obra significan para servidor. Por mucho que el raciocinio madure con el tiempo y sea capaz de relativizar las cosas, el corazón puede más. Mucho más.

Pero lo que en caliente se ve de una manera, en frío se puede ver de otra. Y es en uno de estos últimos momentos en los que estoy escribiendo.  Podría resumir todo este mejunje en cinco pensamientos en alto.


Una imagen vale más que mil palabras. La foto tiene algunos años.



1.Se veía venir. En los últimos meses, Lucas había manifestado en varios foros que lo dejaba, que a otra cosa mariposa, que, nunca mejor dicho: “hasta luego Lucas”. El origen de la decisión yo lo encuentro en las reacciones furibundas, viscerales a todo lo que proviene de Lucasfilm en los últimos años, particularmente la trilogía compuesta por los episodios I, II y III de Star Wars. Incluso existe un conocido documental de 2010 titulado The People vs George Lucas (El pueblo contra George Lucas) en el que diferentes voces admiten su devoción reverencial por el universo galáctico pero que sienten como una violación sin anestesia el resultado de las precuelas. Poco más o menos lo mismo se ha llegado a decir de la cuarta de Indiana Jones en South Park. Por no hablar de algunos de los retoques efectuados en la trilogía original con motivo de su lanzamiento en Blu Ray. La polémica por el tráiler de la peli de Mahoma es pecata minuta comparada con la que se lió con el “Noooooooo” de Darth Vader insertado en la escena culminante de El retorno del Jedi. Era como si Seth Green se lo hubiera propuesto como gag para Robot Chicken y Lucas dijera en plan Doc Brown: “¡Sí, buena idea! Así mantenemos la estructura espacio-tiempo”. Cual Calimero, el tío George, acostumbrado en otra época a encendidos elogios, respondió al New York Times hace pocos meses que se retiraba y que él no haría más películas de Star Wars porque, básicamente, le ponían a parir.
Cartel de Red Tails


2.Red Tails. Pero si lo anterior han sido pistas que han desembocado en el desenlace que ya conocemos, la gota que ha colmado el vaso ha sido Red Tails, una película de la que hemos hablado en este blog en más de una ocasión sin haberla visto y que, desgraciadamente, ha cumplido con todos los temores expresados ya hace meses. ¿Cuál es el problema de Red Tails? Dos palabras: es mediocre. Con todas las letras. Lucas se quejaba de que ningún estudio la quería distribuir ni en USA (la Fox finalmente se hizo cargo de ella pero todos los gastos se los facturaron a Lucasfilm) ni menos aún internacionalmente porque, decía él, era una película en la que solo salen negros, con lo que su venta es difícil. ¡Qué racista es el mundo, tío George! Mentira podrida. Naranjas de la China. La verdad es que su venta era misión imposible porque es mala, coño.  Hecha como hace cincuenta años en lo referido a guión, con chirriantes diálogos, malos muy malos, buenos muy buenos, estereotipos, o peor. La banda sonora del gran Terence Blanchard no encaja y los combates aéreos, su plato fuerte, eran más realistas en Pearl Harbor. Red Tails se mantiene inédita en la mayor parte del mundo y, haciendo cuentas, ha sido un mal negocio para Lucasfilm. Tristísimo epílogo cinematográfico como compañía independiente. Chiste fácil, un final negro.


Kathleen Kennedy
3.Kathleen Kennedy. El nombramiento en junio de este año de Kathleen Kennedy como co-presidente de Lucasfilm dejaba a las claras que Lucas iba en serio, que la empresa que había creado y dirigido durante más de 40 años (nació, como servidor, en 1971) cambiaba paulatinamente de manos. En un principio parecía que el cambio solo afectaba a quién manejaba el timón, no que iban a vender todo el barco. Claro que, bien pensado, no era lógico que alguien como Kathleen Kennedy, productora habitual de Spielberg desde E.T., más que establecida, con empresa propia The Kennedy/Marshall Company creada junto a su marido, el también productor/director Frank Marshall (saga Bourne, El sexto sentido, etc), quedara como títere de Lucas en una empresa sin proyectos cinematográficos conocidos, con franquicias más que lucrativas en punto muerto (Star Wars, Indiana Jones…), una buena serie animada en antena pero que encara su quinta temporada (Clone Wars), otra de acción real aparcada sine die por razones presupuestarias y la astracanada de Seth Green Star Wars: Detours. El resto es gestión de filiales reconocidas, referentes en su campo, como ILM (efectos visuales), Skywalker Sound (post producción de audio), Lucasarts (videojuegos), el idílico complejo que es Skywalker Ranch y las miles de licencias de merchandising. En principio, una labor no para una productora en activo (acaba de estrenar Lincoln de Spielberg) sino para un equipo de lumbreras en el terreno de las ventas y/o finanzas. Una vez sabido que Kennedy será la productora ejecutiva de la nueva trilogía todo encaja.



4.La sombra de Disney. La (discutible) reputación de Disney como empresa que infantiliza todo lo que toca, transformándolo en productos ñoños insuflados de moralina barata, orientados únicamente a la idiotización poblacional y a la venta de merchandising, ha sembrado cierta inquietud (por no hablar de miedo) entre no pocos sectores. Yo, honestamente, no pienso así. Ahora que estoy rodeado de infancia veo ciertas cosas con una mirada distinta. Detrás del cursi doblaje latinoamericano, canciones de dudoso gusto o lo edulcorado hasta la náusea que puede llegar a ser todo lo que rodea el mundo ideal que viven las princesas Disney, hay una innumerable cantidad de momentos cinematográficos magistrales, obras maestras imperecederas que han sobrevivido mejor que los demás el inefable paso del tiempo. ¿Acaso existe algún tierno infante que haya visto alguna película de los años 30 que no sean Blancanieves o Pinocho? Por no hablar de sus parques temáticos. Las cifras hablan por sí solas. A pesar de ser deficitario, Disneyland París es la atracción más visitada de la culta, elitista, moralmente superior y arruinada Europa. Y no será porque no haya cosas que ver, aunque sea solo en Francia. El imperio parido por el otro tío, Walt, ha sabido sobreponerse a dificultades serias, crecer y establecerse como, seguramente, el grupo de entretenimiento global más influyente del mundo. Y nadie está obligado a ver sus productos. Más bien lo contrario. De hecho existen respetables grupos que prohíben el contacto de sus hijos con cualquier cosa que huela a Disney. Quiero decir que entra dentro de lo normal que el universo Star Wars o el de Indiana Jones sean un tentáculo más del gran calamar. En realidad ya formaban parte de él en atracciones como Star Tours, Indiana Jones And The Temple Of Peril o el cortometraje musical en 3D, protagonizado por Michael Jackson, Captain Eo, co-producido por Disney y Lucasfilm.



Michael Arndt
5.El futuro. Las respuestas empezarán a llegar en 2015 pero yo estoy tranquilo, convencido de que a los que nos gusta Star Wars, aunque empecemos a tener una edad en la que ciertas demostraciones de alegría nos pueden acarrear imputaciones penales, tenemos fundados motivos para esperar que aquello que queríamos ver, más que cualquier otra cosa, desde 1983, fecha del estreno de El retorno del Jedi, llegará, a lo grande, dentro dos años. Lo hemos comprobado con Pixar y la magistral Toy Story 3 o la apabullante Los Vengadores (The Avengers) de Marvel. Disney quiere seguir ganando fortunas con su patrimonio. Debe asegurarse que su billonaria inversión en Lucasfilm vuelva en forma de billetes verdes, descargas legales y millones de figuritas de Han Solo con artritis, princesas Leia en rehabilitación o de Luke Skywalker transformado en primo de Jabba (a no ser que Mark Hamill se someta a la dieta del cucurucho). Dicho de otra manera, tienen que dejarnos con hambre de más a todos. A los fans originales, a los de las precuelas (que ya tendrán veintitantos y son los que ahora llenan las salas) y a las nuevas generaciones. Está claro que Darth Vader o el emperador Palpatine es difícil que vuelvan, John Williams podría, aunque es poco probable debido a su edad, componer la primera banda sonora, crear un primer tapiz de temas y dejar a otros como Michael Giachino (tiene todas las papeletas) que sigan su desarrollo. Luke, Leia o Han Solo harían las veces de Obi Wan o Yoda en las primeras películas, mentores de una nueva generación de atractivos mozos/as que recojan el testigo. Incluso pueden jugar con el indudable impacto de matarlos, asesinados vilmente por la reencarnación de los lores Sith. Siempre pueden colocar a R2, C3PO, Chewbacca, que no envejecen y dan mucho juego. En pocas palabras, tienen muchas cartas para jugar porque, por lo que se ha dicho, no van a tener en cuenta lo ya publicado y van a ser historias originales. La elección de Michael Arndt (Toy Story 3, Pequeña Miss Sunshine o Hunger Games 2) como guionista del episodio VII no hace sino confirmar que, seguramente, lo mejor de Star Wars está por llegar.