sábado, 6 de octubre de 2012

50 años y hecho un chaval


Ceremonia de Apertura de los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Para los anales de la Historia de la televisión. James Bond (Daniel Craig) escolta a la reina Isabel II (la auténtica) hasta un helicóptero, sobrevuelan el Támesis, llegan al estadio olímpico y monarca y agente secreto se lanzan en paracaidas. Esta escena ilustra a la perfección la trascendencia de uno de los mayores iconos británicos: Bond, James Bond.

Mi primera experiencia con él fue a los diez años, en 1981,con Solo para sus ojos (For Your Eyes Only). Teatro Buenos Aires. Como si fuera ayer. Flipé con todo, los créditos con la canción de Sheena Easton, el vibrante inicio (siempre he sentido cierta fijación no explicable por las escenas de hundimientos), la persecución por la pista de bobsleigh, la caída libre de Bond desde uno de los peñascos en el ficticio San Cirilo quedándose colgado de una cuerda, me enamoré de Carole Bouquet y, sí, Roger Moore me pareció que bordaba su papel. Serio cuando tenía que serlo, guasón, galán y con inmejorable planta.

A partir de entonces no me he perdido una, es más, las espero con impaciencia. Son como el vino. Conoces el sabor, sabes lo que es y por eso repites, pero admite miles de matices y, a veces, alcanza lo sublime. Esto último con dos películas: Goldfinger y Casino Royale.

No ha habido, ni habrá, una serie que alcance el medio siglo en tan buena forma. Por supuesto que ha tenido altibajos, un puñado de películas objetivamente malas (hasta esas me gustan), pero no es menos cierto que ha logrado retener una esencia que permanece en mayor o menor medida inalterable. Y ya van cinco décadas. Ahí queda eso. ¿Cómo ha sido posible? Se me ocurren varias razones:

El personaje: Independientemente del actor que lo haya interpretado, Bond, tal y como fue creado por Ian Fleming, es lo que a la mayoría de tíos nos gustaría ser: viril, canalla, con una txorba-agenda envidiable, presupuesto para gastos ilimitado y, encima, con licencia para matar, el segundo verbo de la primera conjugación que más usa.


Eon Productions: El hecho de que desde Dr. No la última palabra la hayan tenido las mismas personas, al inicio los productores Albert R. Broccoli y Harry Saltzman (hasta que éste último vendió su parte por problemas financieros tras El hombre de la pistola de oro) y posteriormente los descendientes de Broccoli, su hija Barbara y su hijastro Michael G. Wilson, ha tenido una influencia definitiva en la uniformidad, que no homogeneidad, de la franquicia. Vital.

John Barry: Nadie entiende a James Bond sin su música. Autorías del tema principal aparte (atribuída en su melodía básica a Monty Norman), John Barry creó a lo largo de once películas el Bond Sound, recogido posteriormente y adaptado a los nuevos tiempos con oficio pero sin alma por David Arnold (recomendado por el mismo Barry a los productores tras el bodrio compuesto por Eric Serra para Goldeneye).

Ken Adam: También Peter Lamont, su sucesor. Diseñadores de producción de cuyos rotring han salido los míticos decorados de buena parte de la serie, en su mayoría construídos en los estudios Pinewood de Londres, que lo mismo reproducían los interiores de la mansión de Goldfinger, las entrañas de un volcán guarida (Solo se vive dos veces) o un petrolero que se traga submarinos (La espía que me amó). Fusión mágica entre localizaciones reales y recreaciones de cartón piedra, sí, pero meticulosas hasta el último detalle.


Maurice Binder: O los créditos de una película hechos arte. Una recopilación de la obra de Binder para 007 es un catálogo de tendencias del diseño entre los 60 y los 80. Una vez fallecido, Daniel Kleinman ha seguido (incluso mejorado) el legado de Binder con despampanantes ejemplos como Goldeneye.

Las canciones: Una recopilación de canciones compuestas para Bond incluye a, entre otros, Tom Jones, Paul McCartney, Nancy Sinatra, Shirley Bassey, Madonna, Louis Armstrong, Tina Turner, Duran Duran, Carly Simon o Sheryl Crow. Sobran las palabras.

Las localizaciones: Además de postales desde los lugares más glamourosos del planeta como París, Las Vegas, Venecia, San Francisco, Cortina D'ampezzo, Estambul, Egipto o Mónaco, 007 nos ha acercado (antes de que el cretino ese de Ryanair inventara los vuelos "baratos") a latitudes inaccesibles para el común de los mortales como las Bahamas, Tailandia, Japón, Hong Kong o los Alpes suizos. Y Londres, faltaría más, mucho London.

Iconos: Volviendo a la psicología masculina, es difícil resistirse a iconos tan freudianos como una buena botella de Bolinger, un vodka martini, un Aston Martin, la pistola Walther PPK o el Omega Seamaster (antes Rolex).

También están las mujeres, por supuesto. Pero ha habido millones de guaperas en el cine que se las han llevado de calle. Bond ha sido, es y será bastante más que eso.

Sé que no es lo más cool pero MI James Bond es Roger Moore. Sarcástico, cínico con las gotas justas de tipo duro. No me puede caer mejor. Lo que verdaderamente ha perjudicado su carrera es que ni él se ha tomado en serio como actor, pero ha sido el que más veces ha interpretado a Bond, hasta siete, era la opción preferida de Ian Fleming (pero tuvieron que optar por Connery ya que Moore estaba comprometido con El Santo) y en su grupo de películas están algunas de las mejores...y de las peores. Cuando Connery retomó el papel en Nunca digas nunca jamás (remake bastardo de Operación Trueno), Moore estrenó ese mismo año Octopussy y le ganó la partida en la taquilla. Por supuesto que la carrera de Sean Connery está a años luz de la de Moore. Pierce Brosnan aunaba buenas cosas de ambos pero los guiones no pasaban del aprobado raspado. George Lazenby tuvo una de las mejores historias de la serie pero el hecho de que él pasara de puntillas por el personaje ha dejado a 007 al servicio de Su Majestad en un injusto segundo plano. Timothy Dalton no acabó de encajar del todo con el personaje ni tuvo tiempo de moldearlo. Por el contrario, Daniel Craig, hasta insultado cuando se anunció su elección, ha sabido dar el salto que el personaje necesitaba, a pesar de la decepcionante, mareante, Quantum Of Solace. Pero es que Casino Royale es un peliculón. Veremos Skyfall. Sam Mendes dirigiendo y el gran Stuart Baird en el montaje son una garantía.

A Bond le queda mucho por contar, y a nosotros por gozar. God Save Bond!!