lunes, 21 de enero de 2013

Sin trampa y algo de cartón (piedra)

El runrún en la sala de prensa del cúbico Kursaal donostiarra decía que Kathryn Bigelow era una directora atípica. Alta, esbelta, guapa...pero con mala hostia. Muy mala. Que no se le preguntara esto o aquello (James Cameron figuraba entre los temas tabú), que no daba entrevistas, que si era rara. Lo cierto es que el motivo por el que estaba en San Sebastían era para defender El peso del agua (The Weight of Water), una peliculilla que, sin ser nada del otro jueves y pasado el tiempo, recuerdo por dos cosas: el buen sabor de boca que me dejaron los ahora reconocidos Sarah Polley y el gran Ciarán Hinds y, lo admito, el busto perfecto de Elizabeth Hurley, que aquí luce en su máximo esplendor.

Efectivamente, la mayoría de las habladurías eran ciertas pero yo también me quedé, además de con sus vaqueros ceñidos, con sus respuestas inteligentes, directas, sin corrección política y con el saludo (el único) que se prestó a hacerle a la cámara para una cadena que me pagaba por cada uno de los que consiguiera. Creo que no le disgustaron las preguntas que le solté en la rueda de prensa.

Cuento esto porque, precisamente, la personalidad de Bigelow que intuí entonces está presente en cada fotograma de La noche más oscura (Zero Dark Thrirty), tanto en lo que se ve como en lo que no. Creo que nunca en su (sobrevalorada) carrera ha estado más cerca de un personaje como del de Maya (interpretado con la sobriedad requerida por Jessica Chastain), una empleada de la CIA que invierte una década de su vida en hallar al que era desde los ataques del 11S el enemigo público número uno de los EEUU, el más buscado: Osama Bin Laden.

No soy el primero que al ver esta película tenía la sensación de estar ante un capítulo largo de la magistral Homeland, serie indispensable de factura impecable, soberbios guiones e interpretaciones poderosas, como la de Claire Danes y su Carrie Mathison, insoportable bipolar que te la crees desde el minuto uno. Igual que a Maya, igual que la película de Bigelow. Te crees las torturas (mostradas con gusto exquisito a pesar de su crudeza), las reuniones al más alto nivel en Langley, las relaciones entre los agentes y el desarrollo de la invasión y posterior asalto a la guarida de Gerónimo (sobrenombre que le dieron a Bin Laden).

La noche más oscura no se posiciona, muestra con un sentido del ritmo televisivo y con la pirotecnia justa hasta donde se supone que puede mostrar una película que se va a distribuir en los circuitos de exhibición mainstream, y deja a cada cual para que nos hagamos nuestras propias preguntas. Lo que ha jodido mucho a algún incauto es que da por hechas (y documentadas) algunas cosas tales como las torturas en muchos interrogatorios llevados a cabo en Guantánamo y en las cárceles secretas diseminadas por medio mundo, el cambio de política en este asunto cuando Obama llegó a la Casa Blanca, la invasión consciente y premeditada de Pakistán sin comunicárselo a sus autoridades o la inexistente intención de capturar con vida a Bin Laden.

El conocimiento de que la guarida del terrorista fue derribada poco tiempo después de la operación y lo reciente de los hechos en mi memoria da más valor si cabe a la minuciosidad con la que ha sido recreado este episodio.

Pero, más allá de los merecidos elogios a la película, le cuesta arrancar, se produce un cierto galimatias con los nombres de los sospechosos ( no sé a ti pero entre las barbas y los turbantes a mí me parecen todos iguales) y ciertos pasajes de la música del magnífico Alexandre Desplat, sobre todo en la escena del inicio de la operación Arpón de Neptuno (Neptune Spear), con sonoridades idénticas a las creadas por John Barry para el 007 interpretado por Roger Moore, sacan al espectador de un entorno cuasi documental para llevarlo al cartón piedra de las superproducciones.

Algunas manchas, pocas, para esta necesaria Zero Dark Thirty cuyo plano final no hace sino cerrar magistralmente un laberinto de mil recovecos del que Bigelow solo da pistas de cómo salir de él. El recorrido lo tienes que hacer tú.

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